Organizaciones, investigadores y analistas de todo tipo vienen anunciando que en 2020 se sufrirá la peor recesión económica en mucho tiempo, incluso peor que en la experimentada durante los años de la Gran Depresión en la década de 1930.
Las recesiones tienen múltiples factores, entre ellos la superproducción de capitales y de mercancías, lo que resulta en una desaceleración de la producción industrial y la circulación comercial, de ahí que la contracción se manifieste de manera tan brutal en la pérdida de empleos, salarios y beneficios de contrato laboral.
A esta hora ya los impactos de las medidas drásticas que deben tomarse para frenar la cadena de contagio por el nuevo coronavirus viene creciendo en intensidad, los números de la Organización Internacional de Trabajo (OIT) son más que notables:
- Se estima que el 81% de los trabajadores en el mundo viven en países en los que se ha establecido la cuarentena obligatoria o sugerida, es decir, que se ven afectados casi 2 mil 700 millones de trabajadores.
- 37,5% de los empleados en servicios de alojamiento y alimentación, el comercio minorista, la industria manufacturera y las actividades inmobiliarias, comerciales y administrativas está en serio riesgo de perder su puesto de trabajo. Son aproximadamente 1 mil 250 millones de personas empleadas en estos sectores que se consideran en alto riesgo por los efectos de la Covid-19.
- De abril a julio se estima que disminuyan las horas de trabajo en un 6,7%, suponiendo que la semana laboral en 48 horas (que en muchas zonas periféricas es, casi, un anhelo).
Estos números superan con creces las afectaciones de la crisis más reciente producto de la crisis en Wall Street de 2008–2009, y aún estamos viviendo las primeras semanas de pico pandémico en los Estados Unidos, país en vías a una Gran Depresión 2.0.
A todo esto se une la predicción más terrible de la OIT, tomando en cuenta las tendencias del desempleo global: en el segundo trimestre de 2020 habrá una reducción del empleo de alrededor del 6.7%, el equivalente a 195 millones de trabajadores de tiempo completo.
El sector con “riesgo especial”, según la nomenclatura de la OIT, de cesar en sus trabajos a nivel mundial es el informal: unas 2 mil millones de personas, la mayoría en las economías emergentes y en desarrollo. Sobre todo porque viven al “día a día”, basados en la precarización laboral y sin ningún tipo de protección jurídica.
En las Américas (Norte, Centro y Sur), en el sector informal, tiene una proporción del 43%.
“Se prevén enormes pérdidas en los distintos grupos de ingresos, en particular en los países de ingresos medios altos (7 por ciento o 100 millones de trabajadores a tiempo completo). Esto supera con creces los efectos de la crisis financiera de 2008–2009”, dice el último informe.
Otro dato a tomar en cuenta: en todo el mundo hay 136 millones de trabajadores en actividades de atención de la salud humana y de asistencia social, entre otros, el personal de enfermería; los médicos y demás trabajadores de salud; los trabajadores de centros de atención en residencias, y los trabajadores sociales; los trabajadores de apoyo, como el personal de lavandería y limpieza, todos ellos que corren un grave riesgo de contraer Covid-19 en sus espacios de trabajo.
Asimismo, la OIT detalla que aproximadamente el 70% de los puestos de trabajo del sector están ocupados por mujeres.
Se debe adherir que la contracción económica viene acompañada de una fuerte desinversión financiera, producto de las burbujas siempre infladas por las élites que dominan Wall Street, cuestión que hemos explicado aquí.
Cuestión de modelos
Por ello no debe maquillarse la presente recesión y sus proyecciones con la pandemia y las medidas que se han tomado para su contención. Esta es una crisis que ya venía en curso, con la inflación de los mercados de deuda en función del enriquecimiento de una pequeña porción de directores ejecutivos, banqueros y magnates corporativos que vendían, recompraban y revendían las acciones de sus propias corporaciones con el fin de inflarse los propios bolsillos.
Como bien demostró Karl Marx en El Capital, los ciclos de mayor monopolio en ciertos sectores de la producción y el crédito conllevan a otros ciclos de crisis, y que solo se alivian, en el sistema capitalista, luego de un reacomodamiento del capital en esos sectores pero que viene en paralelo con una mayor desigualdad.
Por ende, esta es una crisis que, con la pandemia, empeora las condiciones de las mayorías trabajadoras en el mundo, pero que no se debe leer como producto de la naturaleza y de los mecanismos de control de la infección circulante.
Se trata más bien de la vulnerabilidad inherente del sistema capitalista que no conoce de largos períodos de estabilidad financiera, productiva y comercial sino que estructuralmente lleva en sí los virus de las crisis. Es por eso que varios economistas y analistas financieros vienen repitiendo que esta situación es la segunda parte del estallido de las burbujas crediticias de 2008–2009.
Pero la recesión no pega del mismo modo a todos los países. China, según estimaciones de la ONU, será uno de los pocos países que no entrará en recesión durante este año.
Y es que China no solo ha sido uno de los pocos países que ha logrado “aplanar la curva” frente al nuevo coronavirus, sino que tiene una infraestructura productiva y comercial (la Iniciativa del Cinturón y la Ruta) que le permite esquivar la recesión ya global, y que ayudará a sus socios asiáticos no contraer el virus del desempleo y los ingresos: la Asia emergente será la única región con PIB positivo este año.
En el marco de los modelos económicos, aun siendo capitalistas, ya se nota dónde están los epicentros del desequilibrio global y dónde los de estrecha estabilidad, pero estabilidad al fin: mientras Estados Unidos y Europa imprimen billetes para “recuperar” sus economías en el otro hemisferio se promueve la producción industrial, el intercambio comercial e incluso solidaridad humanitaria frente a los estragos de la pandemia en el mundo.
Mientras tanto, el mundo se bate entre la recesión y las decisiones geopolíticas. La crisis (de los trabajadores y, también, del neoliberalismo) ya está aquí.