Jue. 28 Noviembre 2024 Actualizado 8:43 am

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La presidenta del Perú, Dina Boluarte, y su homólogo de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, mantienen una fructífera relación bilateral (Foto: Gobierno de Perú)

Las ambigüedades geopolíticas de Lula

El 6 de septiembre el presidente de Brasil, Lula da Silva, durante una entrevista concedida a Rádio Difusora Goiânia indicó que "el comportamiento de Maduro deja mucho que desear".

Para el mandatario brasileño, ante las "dudas" que se presentan sobre los resultados de las elecciones presidenciales del 28J, Maduro "debería decir lo siguiente: voy a demostrar, ya sabes, que soy el favorito del pueblo, tengo los votos, demostraré que tengo los votos… pero no lo hace". 

De esta forma, Lula ha vuelto a confirmar que su posición de neutralidad relativa, posterior a las sufragios presidenciales, ha dado un giro negativo que lo ubica, actualmente, en el circuito de presión internacional contra Venezuela estimulado por Washington, dirigido a reducir al máximo posible el reconocimiento a la victoria del presidente venezolano en el contexto latinoamericano.

El brasileño, tratando de mantener el equilibrio como en otras oportunidades, fue enfático en declarar que no romperá relaciones con Venezuela y que seguirá denunciando el régimen de sanciones contra Caracas, por la forma en que demostradamente han perjudicado social y económicamente la población. 

Pero su selectividad o doble estándar hacia Maduro y la soberanía venezolana queda demostrado. El mandatario brasileño promueve ciertos principios y valores "democráticos" respecto al país caribeño, pero los omite consistentemente cuando interactúa con otros gobiernos cuya legitimidad de origen es cuestionable. 

Desde una perspectiva más amplia, esta tercera administración de Lula ha recurrido frecuentemente a posiciones ambivalentes en política exterior que socavan su apuesta, como miembro Brics+, por la construcción de un nuevo orden internacional de carácter multipolar.

Lula FRENTE A LA SITUACIÓN DE la democracia peruana

Tras un cuestionado proceso que derivó en el derrocamiento del presidente Pedro Castillo, mediante el aval de un complejo entramado institucional que garantizó una "sucesión" a cargo de Dina Boluarte, las denuncias sobre golpe de Estado no cesaron y desencadenaron, incluso, el enrarecimiento de relaciones diplomáticas entre Perú y varios países de la región.

Las protestas contra la destitución de Castillo dejaron más de 60 muertos. Las violaciones de derechos humanos fueron masivas y denunciadas por movimientos sociales y por el establishment del "régimen de derechos humanos interamericano". De igual forma, los gobiernos de México y de Colombia denunciaron el proceso de destitución y la actuación del Estado ante las protestas.

No obstante, desde la llegada de Lula a Planalto, sorprendió su enfoque hacia el golpe.

El 7 de diciembre de 2022, ya como presidente electo, se conoció de una misiva firmada por él en la que consideraba el proceso como una "destitución constitucional": "Siempre es lamentable que un presidente elegido democráticamente tenga este destino, pero entiendo que todo se transmitió dentro del marco constitucional", indicó.

Para Lula, las relaciones con Dina Boluarte han trascurrido en completa normalidad, independientemente de las denuncias que pesan sobre el golpe de Estado y la violación de derechos humanos. Así, el pasado 28 de agosto, Lula y la presidenta peruana mantuvieron una conversación, en la que el tema venezolano se puso sobre la mesa:

"Durante la conversación, que duró unos 35 minutos, ambos reafirmaron la importancia de la democracia y de la integración política, económica y logística sudamericana".

"Boluarte recordó la reunión que ambos mantuvieron en Belém, Pará, al margen de la Cumbre de la Amazonia, hace un año, y agradeció el apoyo brasileño en la representación de los intereses del país en Venezuela tras la ruptura de las relaciones diplomáticas. También agradeció la postura adoptada por Brasil en la búsqueda de una solución al impasse electoral en Venezuela".

Que Lula se mantenga de brazos cruzados ante el golpe en Perú y, al mismo tiempo, sostenga una posición notoriamente activa frente a la situación venezolana expone la poca seriedad de la política exterior brasileña en el entorno regional.

Contradicciones y ambivalencia ante el conflicto Ucrania-Rusia

El presidente Lula se ufana de la posición de Brasil en relación al conflicto entre Rusia y Ucrania. En diversos foros y espacios diplomáticos, ha declarado que la postura de su gobierno será abogar por una paz inclusiva y debatida por ambas partes (Kiev y Moscú). De este modo Brasil es uno de los países, al igual que India y China, que han proclamado públicamente una posición de neutralidad en el conflicto.

No obstante, el manejo geopolítico brasileño no deja de ser contradictorio. En un reunión de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) el presidente brasileño comentó que tanto el presidente ruso, Vladímir Putin, como el ucraniano, Vladímir Zelenski, "están disfrutando de la guerra" y que la apuesta debe ser un acercamiento que aborde la paz en la región:

"Creo que tiene que haber un acuerdo. Ahora, si Zelenski dice que no tiene una conversación con Putin y Putin dice que no tiene una conversación con Zelensky, es porque están disfrutando de la guerra, porque de lo contrario ya se habrían sentado a hablar y tratar de encontrar una solución pacífica. Cualquier solución pacífica mata a menos personas, destruye menos y es más beneficiosa para los pueblos de Ucrania y Rusia".

Por el contrario, durante una visita realizada en 2023 a Emiratos Árabes Unidos y China, Lula acusó a Estados Unidos y a la Unión Europea de alentar, con la entrega de armas, el conflicto que enfrenta a Ucrania con Rusia. En esa ocasión, el mandatario brasileño insistió en que se debía de dejar de promover la guerra:

"La paz es muy difícil. El presidente de Rusia, Vladímir Putin, no toma la iniciativa por la paz; el presidente de Ucrania, Vladímir Zelenski, no toma la iniciativa por la paz. Europa y Estados Unidos terminan contribuyendo a la continuidad de esta guerra".

La postura contradictoria llega al ámbito diplomático. Si bien Brasil apoyó la resolución de la Asamblea General de la ONU que exigía a Moscú el cese "inmediato de la ofensiva miliar sobre Ucrania" y participó en la conferencia de paz celebrada en Suiza, no acompañó la declaración final que surgió de esta y se ha mostrado contrario a la imposición de sanciones.

Con estas ambigüedades, Brasil intenta resaltar su papel neutral en el conflicto apostando por la conformación de un grupo de países que sirvan de facilitadores en una futura ronda de paz que desemboque en un cese al fuego. Incluso el presidente de Rusia, Vladímir Putin, propuso a China, Brasil e India como posibles mediadores en unas futuras negociaciones de paz. Para el mandatario ruso:

"Respetamos a nuestros amigos y socios que, considero, están sinceramente interesados en resolver todos los problemas relacionados con este conflicto. Se trata principalmente de China, Brasil e India".

Se espera que en la próxima reunión de los Brics+, en la ciudad de Kazán, los mandatarios aborden y perfeccionen esta propuesta. No obstante, la sola presencia de Lula en Rusia significaría otra muestra más de la ambigüedad que mantiene Brasil sobre el tema, toda vez que Lula habría rechazado, por lo menos en dos oportunidades, invitaciones a Rusia.

No obstante, desde febrero de 2024, se confirmó con la visita del ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, que el presidente Lula da Silva visitará la Federación Rusa en octubre para la próxima cumbre de líderes del bloque.

contradicciones al alza

El debate a lo interno del Estado brasileño sobre una posición que defina y dirija, en lo general, la política exterior del país y, en lo concreto, la postura oficial en temas puntuales del acontecer regional y mundial, se muestra cada vez más evidente.

La disputa por un relato propio que permita ubicarse de forma efectiva se mantiene entre quienes abogan por un alineamiento con Estados Unidos y sus aliados, dada la geografía e historia que une a Brasil con el Hemisferio Occidental, y otros que apuestan por la construcción de una perspectiva centrada en la construcción de un orden internacional multipolar que le permita al país suramericano, como potencia media que es, adquirir un rol más relevante en el escenario global.

En lo internacional no solo el conflicto Rusia-Ucrania evidencia dichas contradicciones; el genocidio israelí en Gaza denunciado por Brasilia formalmente, mientras mantiene relaciones comerciales y militares con Tel Aviv, o las posiciones sobre el cambio climático y políticas medioambientales, muestran de igual manera la ambivalencia del Estado brasileño y, en consecuencia, de la administración de Lula sobre temas peliagudos que, paradójicamente, terminan acercándolo a la errática política exterior de su antecesor Jair Bolsonaro.

En esa complejidad brasileña se inserta Venezuela.

El manejo instrumental que se le dio y se le da al escenario postelectoral venezolano, dirimido por la sentencia de la Sala Electoral de la Tribunal Supremo de Justicia, revela el interés de sacarle provecho —quizá electoralmente— a una situación que, fronteras adentro, se presentó en los comicios presidenciales de Brasil de octubre de 2022 y que, al igual que en Venezuela, fue resuelto siguiendo lo estipulado en el ordenamiento jurídico del país.

La postura neutral que tanto pregona Brasilia y que le "garantizaría" erigirse como un mediador creíble entre las oposiciones y el gobierno de Nicolás Maduro se diluye cuando se desconoce la institucionalidad democrática venezolana y se cuestionan los mecanismos jurídicos, institucionales y políticos que acompañan la actuación de los poderes públicos del país.

La credibilidad de Brasil, y de cualquier otro país, como actor facilitador de diálogo en Venezuela comienza con el respeto a la constitución nacional, y acaba cuando omite sus preceptos.

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