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El ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Mohammad Javad Zarif (derecha) y su homólogo chino, Wang Yi, firman un acuerdo de asociación histórico entre las dos partes en Teherán el 27 de marzo de 2021 (Foto: Tasnim)

Irán-China: la conexión de la Ruta de la Seda en el siglo XXI

Como colofón a dos semanas extraordinarias que han puesto patas arriba la geopolítica del siglo XXI, Irán y China firmaron finalmente su acuerdo estratégico de 25 años el pasado sábado 27 de marzo en Teherán.

El evento no podría haber sido más espectacular, tras los sucesos que hemos examinado en las tres columnas anteriores: el Quad virtual y la cumbre 2+2 entre Estados Unidos y China en Alaska; la reunión de la asociación estratégica entre Lavrov y Wang Yi en Guilin; y la cumbre de ministros de Asuntos Exteriores de la OTAN en Bruselas, tenemos ante nosotros acontecimientos clave que desvelan el nacimiento de un nuevo paradigma en las relaciones internacionales.

La oficialmente denominada "Asociación Estratégica Integral Sino-Iránica" se anunció por primera vez hace más de cinco años, cuando el presidente Xi Jinping visitó Teherán. Fruto de numerosas conversaciones a puerta cerrada desde 2016, Teherán describe ahora el acuerdo como "una hoja de ruta completa, con cláusulas políticas y económicas estratégicas que abarcan la cooperación comercial, económica y de transporte".

Se trata de un acuerdo win-win en acción: Irán, en estrecha colaboración con China, rompe el cristal de las "sanciones" estadounidenses e impulsa significativamente la inversión nacional en infraestructuras, mientras que China se asegura unas importaciones energéticas clave a largo plazo, algo que trata como una cuestión de seguridad nacional.

Si hay que identificar a un perdedor en el proceso, este es sin duda la estrategia de "máxima presión" promovida por la administración Trump contra todo lo relacionado con Irán.

Como me lo describió el profesor Mohammad Marandi de la Universidad de Teherán:

"Es básicamente una hoja de ruta. Es especialmente importante en un momento en que la hostilidad de Estados Unidos hacia China está aumentando. El hecho de que viaje a Irán [el Ministro de Asuntos Exteriores, Wang Yi] y la firma del acuerdo hayan tenido lugar, literalmente, días después de los sucesos de Alaska lo hace aún más significativo, simbólicamente hablando".

El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Irán, Saeed Khatibzadeh, confirmó que el acuerdo era efectivamente una "hoja de ruta" para la cooperación comercial, económica y de transporte, con un "enfoque especial en los sectores privados de las dos partes".

Marandi también señala cómo se trata de un "amplio acuerdo de lo que puede ocurrir entre Irán y China, puesto que Irán es rico en petróleo y gas, y es el único país productor de energía que puede decir ‘no’ a los estadounidenses y puede adoptar una postura independiente en sus asociaciones con otros, especialmente con China".

China es el mayor importador de petróleo de Irán. Y, de manera crucial, los acuerdos de cuentas sortean el dólar estadounidense.

Marandi da en el centro de la cuestión cuando confirma cómo el acuerdo estratégico asegura, para siempre, el importantísimo papel de Irán en la Iniciativa del Cinturón y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés):

"Los chinos son cada vez más cautelosos con el comercio marítimo. Incluso el incidente del Canal de Suez refuerza eso, aumentando la importancia de Irán para China. A Irán le gustaría utilizar la misma red de la BRI que los chinos quieren desarrollar. Para Irán, el progreso económico de China es bastante importante, especialmente en los campos de la alta tecnología y la IA, que es algo que los iraníes también persiguen y lideran en ello en la región, con diferencia. Cuando se trata de tecnología de datos, Irán es el tercer país del mundo. Este es un momento muy apropiado para que Asia Occidental y Asia Oriental se acerquen entre sí, y dado que los iraníes tienen gran influencia entre sus aliados en el Mediterráneo, el Mar Rojo, el Hindu Kush, Asia Central y el Golfo Pérsico, Irán es el socio ideal para China".

En pocas palabras, desde el punto de vista de Pekín, la sorprendente saga de Evergreen en el Canal de Suez reitera ahora más que nunca la importancia crucial de los corredores terrestres de comercio y conectividad de la BRI, a través de Eurasia.

¿JCPOA? ¿Qué JCPOA?

Es fascinante ver cómo Wang Yi, al reunirse con Ali Larijani, asesor especial del ayatolá Jamenei, lo enmarcó todo en una sola frase:

"Irán decide de forma independiente sus relaciones con otros países y se diferencia de aquellos países que cambian de posición con una llamada telefónica".

Nunca está de más subrayar que el sellado de la alianza fue la culminación de un proceso de cinco años, que incluyó frecuentes viajes diplomáticos y presidenciales, y que comenzó incluso antes del interregnum de "máxima presión" de Trump. Wang Yi, que mantiene una relación muy estrecha con el ministro de Exteriores iraní, Mohammad Javad Zarif, volvió a subrayar que "las relaciones entre los dos países han alcanzado ahora el nivel de asociación estratégica" y "no se verán afectadas por la situación actual, sino que serán permanentes".

Zarif, por su parte, subrayó que Washington debería tomarse en serio su vuelta al acuerdo nuclear iraní, levantar todas las "sanciones" unilaterales y volver al JCPOA [siglas en inglés del acuerdo nuclear-nota de la traductora] tal y como se cerró en Viena en 2015. En términos de realpolitik, Zarif sabe que eso no va a suceder, teniendo en cuenta los ánimos que prevalecen dentro del Beltway [zona donde reside la élite política estadounidense-nota de la traductora]. Así que se limitó a elogiar a China como un "socio fiable", al nivel de Rusia.

Pekín está articulando una sutil ofensiva de encanto en el suroeste de Asia. Antes de ir a Teherán, Wang Yi fue a Arabia Saudí y se reunió con el príncipe heredero Mohammed Bin Salman. El relato oficial es que China, como buen "socio pragmático", apoya los pasos de Riad para diversificar su economía y "encontrar un camino de desarrollo que se ajuste a sus propias condiciones".

Lo que Wang Yi quería decir es que alguna suerte de Comité Conjunto de Alto Nivel China-Arabia Saudí debería estar trabajando horas extras. Sin embargo, no ha habido ninguna filtración respecto a la cuestión crucial: el papel del petróleo en la relación Pekín-Riyad, y el fatídico día en que China decidirá comprar petróleo saudí cotizado exclusivamente en yuanes.

La asociación China-Irán tiene el potencial de convertirse en el emblema de un fenómeno global

De nuevo en la ruta (de la seda)

Es absolutamente esencial situar la importancia del acuerdo Irán-China en un contexto histórico. El acuerdo contribuye en gran medida a renovar el espíritu de Eurasia como entidad geohistórica, o como lo enmarca el geopolítico francés Christian Grataloup, "un sistema de interrelaciones de un extremo a otro de Eurasia" que tiene lugar a través del nodo duro de la historia del mundo.

A través del concepto de la BRI, China está volviendo a conectar con la vasta región intermedia entre Asia y Europa, a través de la cual se tejieron las relaciones entre continentes, mediante imperios más o menos duraderos con diversas dimensiones euroasiáticas: los persas, los grecorromanos y los árabes. Siendo los persas, de manera crucial, los primeros en desarrollar un papel creativo en Eurasia: los iraníes del norte, durante el primer milenio a.C., expertos en nomadismo a caballo, fueron la primera potencia en el núcleo estepario de Eurasia Central.

Históricamente, está bien establecido que los escitas constituyeron la primera nación nómada pastoril. Se apoderaron de la estepa occidental -como potencia principal- mientras otros iranios esteparios se desplazaban hacia el Este, llegando hasta China. Los escitas no sólo eran guerreros fabulosos -como dice el mito- sino que, como describió Heródoto, eran comerciantes muy hábiles que conectaban Grecia con Persia y el este de Asia.

Así, se desarrolló una red de comercio internacional ultradinámico por tierra a través de Eurasia Central como consecuencia directa del impulso, entre otros, de escitas, sogdianos y los hsiung-nu (quienes siempre acosaban a los chinos en su frontera norte). Las diferentes potencias de Eurasia Central, en diferentes épocas, siempre comerciaron con todos los que se encontraban en sus fronteras, estuvieran donde estuvieran, desde Europa hasta Asia Oriental.

Es posible que la dominación iraní de Eurasia Central hubiese comenzado ya en el año 1.600 a.C., cuando los indoeuropeos aparecieron en la alta Mesopotamia y en el mar Egeo, en Grecia, mientras que otros se fueron desplazando hasta India y China. Es objeto de consenso académico que el estilo de vida nómada a caballo fue desarrollado por los iraníes de la estepa a principios del primer milenio antes de Cristo. Fuentes académicas intachables como Nicola di Cosmo en su Ancient China and Its Enemies: The Rise of Nomadic Power in East Asian History (Cambridge University Press) respaldan esta teoría.

Saltamos ahora a finales del primer siglo a.C., cuando Roma empezaba a recoger su preciada seda de Asia Oriental a través de múltiples intermediarios, algo a lo que los historiadores describen como la primera Ruta de la Seda. Una historia fascinante presenta a un macedonio, Maes Titianos, que vivía en Antioquía, en la Siria romana, y organizó una caravana para que sus agentes llegaran más allá de Asia Central, hasta Seres (China) y su capital imperial, Chang'an. El viaje duró más de un año y fue el precursor de los viajes de Marco Polo en el siglo XIII. En realidad, Marco Polo siguió caminos y senderos muy conocidos desde hacía siglos, surcados por numerosas caravanas de mercaderes euroasiáticos.

Hasta la caravana organizada por Titianos, Bactria -en el actual Afganistán- constituía el limes ("límite" en latín) del mundo conocido para la Roma imperial, y la puerta giratoria, en términos de conectividad, entre China, India y Persia bajo los partos.

Una última anotación para ilustrar los "contactos de pueblo a pueblo", algo central en el concepto de la BRI del siglo XXI: después del siglo III, el maniqueísmo -perseguido por el imperio romano- se desarrolló plenamente en Persia a lo largo de la Ruta de la Seda gracias a los comerciantes sogdianos. Del siglo VIII al IX se convirtió incluso en la religión oficial entre los uigures y llegó hasta China. Marco Polo conoció a los maniqueos en la corte de Yuan en el siglo XIII.

Gobernando el corazón de Asia

Las Rutas de la Seda fueron un magnífico vórtice de pueblos, religiones y culturas, algo que atestigua la excepcional colección de manuscritos maniqueos, zoroástricos, budistas y cristianos, escritos en chino, tibetano, sánscrito, siríaco, sogdiano, persa y uigur, descubiertos a principios del siglo XX en las grutas budistas de Dunhuang por los orientalistas europeos Aurel Stein y Paul Pelliot, quienes seguían los pasos del peregrino chino Xuanzang. En la subjetividad china, esto sigue muy vivo.

A estas alturas ya está consensuado que las Rutas de la Seda empezaron a desaparecer lentamente al cobrar protagonismo las rutas marítimas, que se extendieron de Occidente a Oriente desde finales del siglo XV. El golpe mortal llegó a finales del siglo XVII, cuando los rusos y los manchúes de China se repartieron Asia Central. La dinastía Qing destruyó el último imperio pastoral nómada, los Junghar, mientras que los rusos colonizaron la mayor parte de Eurasia Central. La economía de la Ruta de la Seda -la economía basada en el comercio del corazón (Heartland) de Eurasia- se derrumbó.

Ahora, el enormemente ambicioso proyecto chino, la BRI, está invirtiendo en la expansión y la construcción de un espacio euroasiático de este a oeste. Desde el siglo XV -con el fin del Imperio Mongol de las estepas- el proceso fue siempre de Oeste a Este, y marítimo, impulsado por el colonialismo occidental.

La asociación China-Irán tiene el potencial de convertirse en el emblema de un fenómeno global de alcance similar al de empresas coloniales occidentales de los siglos XV al XX. Desde el punto de vista geoeconómico, China está consolidando un primer paso para afianzar su papel de constructor y renovador de infraestructuras. El siguiente paso es consolidar su papel en la gestión.

Mackinder, Mahan, Spykman: todo el aparato conceptual de "dominar las olas" está siendo superado. China pudo haber sido una potencia Rimland -exhausta- hasta mediados del siglo XX. Ahora se posiciona claramente como una potencia del Heartland, al lado de Rusia, su primer "socio estratégico", y al lado de su otro "socio estratégico", quien resultó ser nada menos que la primera potencia euroasiática de la historia: Irán.


Este artículo fue publicado originalmente en inglés en el sitio web de The Saker el 29 de marzo de 2021, la traducción para Misión Verdad fue realizada por Eli C. Casas.

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