Desde que Europa se convirtió en el foco de la Covid-19 y dejó al descubierto la fragilidad de sus sistemas de salud, empezó una carrera para mantener a Venezuela en la agenda de los medios usando como referente la “crisis humanitaria” y su imposibilidad de sostenerse ante la llegada de la pandemia.
Todos los “análisis” previos a la detección de los primeros contagios, el 15 de marzo, se basaron en un ejercicio imaginativo en que se vislumbraba una catástrofe sanitaria sin precedentes. La crisis política fue el argumento de mayor peso que sostuvo la narrativa de la migración forzada de millones de venezolanos el año pasado, sin mencionar el bloqueo y las sanciones coercitivas unilaterales que se han venido profundizando en los últimos años como principal motor del colapso de los servicios en el país.
En el país esta campaña de terror intentó ser capitalizada por la oposición a través del gobierno paralelo de Guaidó, cuya única base de operaciones realmente está sostenida virtualmente para mantener una proyección internacional.
La campaña previa
Estos medios de comunicación, periodistas y otros operadores políticos desde antes habían empezado a tomar el pulso en el acontecer noticioso por medio de rumores. El primer caso de coronavirus latinoamericano se registró en Brasil el 26 de febrero, pero un mes antes le habían atribuido un caso a Venezuela.
Más que la preocupación real por la situación que se debía enfrentar, el aparato infomercenario antichavista parecía frotarse las manos con un posible derrumbe del sistema de salud. “¿Que ocurrirá con el coronavirus en Venezuela?”, “Los médicos venezolanos temen lo peor con la llegada del coronavirus”, “Los retos de Venezuela ante el coronavirus”, entre otros similares, fueron títulos que circularon en medios internacionales previo y después de confirmarse los casos.
Antes de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) decretara al nuevo coronavirus como una pandemia global, Venezuela estableció un cerco epidemiológico en puertos y aeropuertos del país, tras conocerse el primer caso en América Latina.
La guerra mediática se intensificó cuando se comprobaron los primeros casos de la Covid-19 en Venezuela, esta vez, a través del mismo Juan Guaidó.
Después de la rueda de prensa en la que anuncia los primeros infectados, el autoproclamado por las redes trató de armar un teatro de operaciones por el cual “atendería” todo lo concerniente a la pandemia.
Básicamente, sus “órdenes” consistieron en repetir las medidas adoptadas por el gobierno del presidente Nicolás Maduro a través de las redes sociales, único bastión con el que cuenta para medio proyectarse.
Las “medidas” de Guaidó incluyeron el distanciamiento social y la suspensión de actividades laborales y académicas, que se tomaron en cuenta en el contexto de las sanciones que impiden la operatividad del Estado en materia de servicios y atención, además de tomar en cuenta el panorama europeo, donde la pandemia estaba haciendo estragos.
En esa competencia absurda, el único estribillo recurrente era señalar la incapacidad del Estado para enfrentar la tragedia por venir, además de decir que contaba con un grupo de expertos y el balance verdadero de infectados. Hasta el momento no ha mostrado las cifras “reales” que dice tener y los medios que utilizó para obtenerlas.
A toda vista, un bulo mediático con fines apenas politiqueros.
Falsos casos
La semana en la que se detentaron los primeros contagios por Covid-19 se viralizó un video de una enfermera del Hospital General de Guatire que denunciaba la falta de insumos y el aislamiento de 11 personas por sospecha de infección.
Atendiendo la gravedad del caso, las autoridades sanitarias acudieron y desmontaron las falsas acusaciones de la enfermera. Situaciones similares ocurrieron en otras partes de la capital y todas resultaron ser falsas.
Otro caso emblemático consistió en tratar de relacionar la supuesta desaparición del presidente de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), Diosdado Cabello, a una cuarentena por contagio de coronavirus. Esta noticia fue desmentida con la aparición en su programa habitual de los miércoles por la noche.
Conforme pasaron los días, aparecieron más casos que fueron reportados en su momento. La imagen de Guaidó se fue caricaturizando en la medida en que el Gobierno Bolivariano fue teniendo éxito en la contención del virus y en la protección social de la población.
La efectividad del estado contra la guerra psicológica
Además de la cuarentena social, el sistema Patria fungió como una poderosa herramienta que sirvió para sistematizar los posibles nuevos casos de contagio. A través de una encuesta, esta plataforma tecnológica que registra a más de 18 millones de venezolanos ha estado contribuyendo a “aplanar la curva”.
Mientras tanto, Juan Guaidó se ha ido desdibujando de las redes sociales y solo es sostenido internacionalmente por medios corporativos.
Dos semanas después de la cuarentena todavía vaticinaba el “colapso”, argumentando que en pocos semanas Venezuela sería el país con más casos de coronavirus. Hecho que contrasta con la realidad que ofrece el mapa de contagios en la región, donde el país figura como uno de los que tiene la tasa de infectados más baja, gracias a las medidas oportunas aplicadas para contener la pandemia.
Como alternativa al aparato estatal, la presidencia virtual “puso en marcha” el Plan José María Vargas, una alternativa que supuestamente haría frente a la crisis basada en un estudio hecho por sus “expertos”. Todavía no se sabe nada de la aplicación de este plan.
En este nuevo escenario, también ha buscado vías alternas para sortear el bloqueo criminal de Estados Unidos. Recientemente, el gobierno de Maduro solicitó formalmente un préstamo al Fondo Monetario Internacional (FMI) por un monto de 5 mil millones de dólares para fortalecer el sistema de salud.
En esa misma línea, Venezuela recibió ayuda de Cuba con llegada de una misión médica “que ha tenido exitosa experiencia en el combate del coronavirus”, y de China, que ha enviado tres vuelos con medicinas, especialistas y demás insumos para atender la emergencia.
Para tratar de ganar terreno en el plano mediático, Guaidó intentó protagonizar el momento al solicitar el “cese de la usurpación” y ofrecerse como única alternativa legal para recibir el préstamo del FMI, al ser la única “autoridad” reconocida internacionalmente.
A casi un mes de la cuarentena, no es necesario un ejercicio comparativo ni se debe profundizar mucho en medir la efectividad entre el gobierno del presidente Nicolás Maduro y la presidencia virtual de Juan Guaidó para contener la pandemia.
Lo que queda claro hasta ahora es el esfuerzo enorme que se ha hecho para mantener la narrativa de que Venezuela es una bomba de tiempo para que la pandemia haga estragos. Este discurso coincide con la imagen que se quiso proyectar el año pasado: el país como foco de perturbación en la región.
A pesar de que las consecuencias de no aplicar medidas a tiempo ya se sienten en Brasil, Ecuador, Chile y otros países de Suramérica, forzosamente exponen que “la catástrofe del coronavirus tiene epicentro en Venezuela, lo que obliga a la comunidad internacional a mirar hacia allá”.
Sin duda, lo que subyace de las operaciones psicológicas a través de medios es que la salida del chavismo no ha dejado de estar en la agenda, y una pandemia global, en este caso, también, es un recurso aprovechable para promoverlo.