Jue. 28 Noviembre 2024 Actualizado 8:33 am

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Una persona sostiene una bandera venezolana durante una manifestación chavista en Caracas, Venezuela, el 1º de septiembre de 2016 (Foto: Gregorio Terán / AVN)

¿Qué supondría para Venezuela entrar en los BRICS?

La integración en el contexto de globalización actual, más que una opción, se convierte en una necesidad ineludible. Atrás quedaron los años del aislacionismo como ruta de supervivencia o el proteccionismo exacerbado como garantía de desarrollo nacional. En un mundo interconectado, el abordaje en conjunto es indispensable, la integración es un imperativo para la persistencia y desarrollo de un país. El problema es cómo se afronta ese proceso.

Para muchos, las cercanías geográficas, las similitudes políticas y la complementariedad de intereses económicos o militares determinarían la motivación de un país para participar juntamente con otros en un esfuerzo de desarrollo colectivo. En el caso venezolano, la Constitución en su preámbulo, así como en los artículos 153 y 318, al hablar de los procesos de integración, favorece que se desarrollen en el plano latinoamericano y caribeño, lógico cuando es ese el espacio natural por geografía, historia y cultura hacia donde debería confluir la articulación política y económica. Para Venezuela y la región esto no ha sido posible.

La interferencia de poderes externos en la zona, el tutelaje que sufren algunos países y la mezquindad de otros que no saben conjugar los intereses nacionales con los regionales han conspirado para que no se materialice la integración latinocaribeña, y así consolidarnos como un bloque con influencia decisiva en los asuntos internacionales.

Si hacemos el foco en Venezuela, aparece el cerco diplomático regional que se implementó contra el Estado en el marco del "proyecto Guaidó", que encontró en el continente un apoyo inusitado —solo visto en la época de la Guerra Fría con la suspensión de Cuba de la Organización de Estados Americanos (OEA)—, materializado tras la suspensión de la que fue objeto en el Mercado Común del Sur (Mercosur), con el constante intento de aplicación de la Carta Democrática Interamericana desde el seno de la OEA y con la creación del Grupo de Lima.

Venezuela logró sobreponerse a esa situación gracias a la apuesta, que viene realizando desde hace dos décadas su gobierno, por la diversificación de sus relaciones políticas, diplomáticas y comerciales, cuya expresión más resaltante reside en los vínculos construidos con actores emergentes de la nueva configuración multipolar a la que estamos asistiendo, y que va más allá de China o Rusia.

En dicha cartografía, como un paso más en esa dirección, el compromiso manifestado por Venezuela de participar en la propuesta china de la Iniciativa Global para el Desarrollo (Franja y Ruta) desde el año 2018, y los más recientes anuncios de la vicepresidenta ejecutiva del país, Delcy Rodríguez, sobre la solicitud del Estado para ingresar en el Consejo Energético de los BRICS, así como lo notificado por el canciller, Yván Gil, acerca de la petición que está haciendo Caracas de incorporarse como país accionario al Banco de Desarrollo del bloque, abren múltiples posibilidades de cooperación tanto para Venezuela como para los BRICS. Esto se presenta, cuanto menos, interesante.

Los BRICS y Venezuela

Los BRICS incluyen cinco economías emergentes: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Según los datos de Acorn Macro Consulting, esas naciones ahora contribuyen con casi 31,5% del PIB mundial, lo que supera la participación de los países del G7 —norte desarrollado— de 30,7%. A esto debemos sumarle que albergan más de un tercio de la población mundial y, en conjunto, se constituyen en un núcleo productor de alimentos muy relevante.

Aunque a primera vista no pareciera, Venezuela y los BRICS tienen más en común de lo que pudiera ostentar el país caribeño con otras plataformas regionales como la Unión Europea. Basta pensar en las coincidencias geopolíticas planteadas por ambos actores en la actualidad:

  • Reformar la gobernanza de las instituciones financieras de Bretton Woods (Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial) ya que son instancias controladas por un grupo reducido de países desarrollados (Estados Unidos y Europa occidental), quienes detentan el mayor poder de participación, voto y decisión.
  • Férrea oposición al unilateralismo y al proteccionismo comercial; por el contrario, se observa una apuesta a generar espacios de cooperación Sur-Sur tendientes a fortalecer el multilateralismo.
  • La soberanía y la no intervención como principios centrales en el relacionamiento internacional, en virtud de lo cual se evita la intromisión en asuntos internos. El Estado vuelve a estar en el centro de la discusión internacional.
  • Apuesta por el establecimiento de un orden mundial más justo, democrático y multipolar basado en el papel central de las Naciones Unidas y el respeto del derecho internacional.

La energía venezolana en la agenda BRICS

Los BRICS conforman un grupo de países que aglutina grandes productores de energía, pero que, a su vez, también representan grandes consumidores. Tales Estados no solo han logrado incursionar en el mercado tradicional de la energía fósil sino que igualmente, a través del esquema I+D, vienen impulsando la industria de energías renovables respetuosas con el medio ambiente.

  • Actualmente, los combustibles fósiles dominan el balance energético en los países BRICS. Casi la mitad de toda la energía consumida es carbón, la proporción de productos derivados del petróleo es de 23% y la porción del gas natural es de 13%.
  • Los países BRICS están creando sistemas energéticos modernos y respetuosos con el medio ambiente. Entre 2008 y 2019 proporcionaron un crecimiento de 30% en el consumo mundial de gas, un aumento de 52% en la adquisición de energía renovable —incluida la hidroeléctrica— y mostraron una dinámica global positiva en la energía nuclear.
  • Venezuela, como poseedora de la primera reserva petrolífera mundial y con la cuarta mayor reserva de gas, concentra un potencial nada despreciable que debe ser considerado en la agenda energética global, incluida la de los BRICS.
  • La presencia de minerales estratégicos en el Arco Minero constituye un valor a desarrollar con miras a contribuir con el desarrollo de la industria de tecnología —donde el coltán juega un rol central— y en la industria de la transición energética —cobre, plata, oro, casiterita, níquel, rodio, titanio, por solo citar algunos—, sectores donde los BRICS están apostando al I+D.

Los BRICS y la nueva gobernanza financiera: un aliciente

Más allá de las posibilidades de financiamiento e inversión que representan los BRICS en conjunto, o individualmente por país, la nueva gobernanza que están proponieno a través de iniciativas como las del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) y, especialmente, la de pagos y cartas de crédito en monedas nacionales constituyen un aliciente para países como Venezuela, que se han visto sumamente afectados en sus maniobras de inversión y financiación para el desarrollo por la aplicación de sanciones.

  • Recordemos que las sanciones volcadas contra Venezuela, en general, y contra empresas estatales como PDVSA, en particular, han afectado el flujo de inversiones necesarias para el mantenimiento de los proyectos de exploración, explotación, refinamiento/procesamiento y comercialización que toda industria hidrocarburífera debe desarrollar.
  • Las sanciones también han afectado la incorporación de nuevas inversiones a sectores no tradicionales como el gasífero y el minero. Ello a su vez ha impedido la libre participación de la república en los mercados mundiales de capitales por las diversas prohibiciones existentes, entre ellas las contenidas en la Orden Ejecutiva 13835 de Estados Unidos.

Venezuela puede incorporarse al Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS por intermedio del Banco de Desarrollo Económico y Social (Bandes) —como ocurre con BID y CAF—, cumpliendo los requisitos establecidos en el artículo 8 del acuerdo suscrito en Fortaleza, Brasil, que entre otros establece que la adquisición de acciones no debería superar 7% de las acciones totales del banco —cada una cuesta 100 mil dólares—.

  • Actualmente Bangladés posee 1,79% de las acciones —se incorporó con un capital de 942 millones de dólares—, Egipto tiene 2,27% —inició con 1192 millones de dólares— y Emiratos Árabes Unidos controla 1,06% —se insertó con 556 millones de dólares—. Estos tres países son miembros no fundadores de los BRICS, pero participan en el NBD.

Si Venezuela lograra insertarse en el mecanismo de cooperación interbancaria suscrito por el Banco de Desarrollo de los países BRICS, reduciría su exposición al dólar, con lo cual se disminuiría el impacto de las sanciones asociadas a la restricción de usar la arquitectura de pago controlada por Estados Unidos, como lo representa la plataforma interbancaria Swift. Es importante tener presente que con este mecanismo los bancos miembros se extienden créditos entre sí en monedas locales con el objeto de fortalecer y desarrollar las relaciones comerciales y económicas entre los bancos miembros, lo cual debilita el riesgo cambiario derivado del comercio transfronterizo y reduce la dependencia hacia el dólar estadounidense. Actualmente esto ya está ocurriendo.

La certificación de las reservas contenidas en el Arco Minero, así como el desarrollo de los proyectos gasíferos costa afuera, puede ser objeto de financiamiento del NBD una vez que Venezuela se incorpore como miembro accionario, lo que generaría nuevas fuentes de ingresos al fisco nacional, sin hablar de la infraestructura crítica abandonada producto de la sequía de financiamiento: la conclusión de la central hidroeléctrica "Manuel Piar", el segundo puente sobre el lago de Maracaibo, el tercer puente sobre el río Orinoco, el desarrollo del Proyecto Gasífero Mariscal Sucre, entre muchos otros.

Sin ser la tierra prometida

La incursión de Venezuela en las lógicas geoeconómicas y geopolíticas de los BRICS podría aumentar la incomodidad y malestar que mantiene Estados Unidos hacia el país, y ampliar el ruido y desconfianza que actualmente caracteriza las relaciones bilaterales, lo que daría nuevos argumentos a los sectores que apuestan por instalar en Miraflores un gobierno más sensible a los intereses estadounidenses y europeos.

No obstante, el país no debería permanecer inmóvil ante el escenario de transición que se viene planteando y que se está consolidando lentamente. Venezuela debe apostar, como lo ha ido haciendo, a la construcción de un escenario mundial multipolar donde el respeto por la soberanía, la no injerencia y la autodeterminación sean los principios rectores del relacionamiento internacional. Los BRICS son un espacio en el que, hasta los momentos, se teje esta dinámica.

Venezuela, con sus potencialidades, tiene mucho que aportar a esta plataforma geoeconómica y geopolítica que está configurando el nuevo orden internacional, a consolidarse en las próximas décadas. Solo este motivo es razón suficiente para que el país participe activamente en este bloque que se robustece como un espacio fundamental de hegemonía mundial.

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