Sáb. 30 Noviembre 2024 Actualizado ayer a las 6:30 pm

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Estados Unidos envió un sistema antimisiles y un centenar de soldados a Israel (Foto: EFE)
El fallo doctrinal y operativo de este movimiento de EE.UU.

El error estratégico de entregarle el sistema THAAD a Israel

El  contraataque de la República Islámica de Irán a Israel del 1° de octubre ha puesto de manifiesto tanto las debilidades de la estrategia militar estadounidense como la falta de un marco coherente en la toma de decisiones en su política exterior.  

La administración Biden, intensificando su apoyo a Israel en la región y como medida de respuesta ante futuras respuestas iraníes, anunció recientemente el envío de un sistema de defensa antimisiles Thaad (Defensa de Área de Gran Altitud Terminal, en español). 

Un movimiento que se ve acentuado por el envío de un centenar de militares estadounidenses, una acción sin precedentes en el marco de la ofensiva regional israelí en curso —con centro en Líbano y en Gaza—, que es abiertamente apoyada por Washington.

En la Operación Verdadera Promesa 2, Teherán demostró poseer proyectiles autóctonos avanzados que pueden penetrar los sistemas de defensa antiaérea de Israel. Estos, aunque se presentan como propios, dependen en gran medida de tecnología y financiación estadounidenses. 

Según el artículo titulado "¿Qué hará el Thaad?" de Ali Ahmadi, analista especializado en política exterior y economía de Estados Unidos en Asia Occidental, publicado en The Cradle, esta decisión se basa en una comprensión errónea de las capacidades iraníes. 

El contraataque de abril, que inicialmente pareció ineficaz, fue en realidad una operación de recaudación de información sobre las defensas aéreas israelíes, una "suave advertencia" que Washington y Tel Aviv ignoraron.

"Si se pusiera en manos de responsables más inteligentes y menos impetuosos, se trataría de un enigma que casi con toda seguridad desencadenaría un fuerte pivote hacia acuerdos diplomáticos en lugar de provocar una mayor confrontación militar", afirma Ahmadi .

Un análisis de la Academia Militar de West Point, citado por el autor, recomendó a Israel construir más refugios antiaéreos, y señaló que "utilizar defensas aéreas contra los misiles iraníes es, hasta cierto punto, una actividad inútil". 

Dicha opinión resalta la creciente ineficacia y el alto costo de las defensas aéreas, como el sistema Thaad, que además de implicar un gasto significativo pone en riesgo a los militares estadounidenses desplegados en la región.

El propio ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Abbas Araghchi, acusó a Estados Unidos de exponer la vida de sus tropas al desplegarlas en Israel para operar sistemas de misiles.

Impulsividad y falta de doctrina

La cultura política estadounidense favorece la flexibilidad presidencial para responder "amenazas" a la seguridad nacional, un término que se adapta convenientemente a los intereses particulares de Washington. Pocos miembros del Congreso muestran interés en controlar esta autoridad, lo que crea una situación en la que "ir a la guerra es mucho más fácil que hacer la paz", dice Ali Ahmadi.

Esta concentración de poder en manos del presidente y su círculo cercano ha llevado a que "la política exterior estadounidense adquiera un carácter inusualmente impulsivo para una democracia". La falta de una doctrina clara que defina con precisión los intereses nacionales resulta en decisiones tomadas sin un marco estratégico coherente.

Esta tendencia se ha observado en los últimos gobiernos, independientemente de su orientación ideológica. Un ejemplo claro es el respaldo incondicional que tanto Trump como Biden han brindado a Israel, que termina sustentándose "con nociones vagas como 'Israel tiene derecho a defenderse' en lugar de cualquier tipo de lógica estratégica más amplia".

Este enfoque contrasta notablemente con los procesos de toma de decisiones en países como Irán y China, donde existen estructuras consultivas más robustas y doctrinas más estables. En Irán, el proceso de decisión sobre seguridad nacional es colectivo e involucra a diversos representantes del gobierno a través del Consejo Supremo de Seguridad Nacional. De manera similar, en China, las decisiones se toman dentro de un marco altamente consultivo y fundamentado en una doctrina relativamente inamovible, explica el analista.

Proyectos ideológicos contra necesidades estratégicas

El artículo en The Cradle destaca que las decisiones sobre política exterior de EE.UU. están "continuamente secuestradas" por los intereses en Asia Occidental, a pesar de que esta región es cada vez menos relevante para sus asuntos estratégicos. La administración Obama intentó un "Pivote hacia Asia" en 2011 con el objetivo principal de reorientar la atención y los recursos de EE.UU. a contrarrestar el creciente ascenso de China, y creó una red de alianzas militares en la periferia del país asiático.

Sin embargo, como revelaron altos funcionarios, 85% de las reuniones del Consejo de Seguridad Nacional seguían centradas en Asia Occidental.

Las sucesivas administraciones prometieron un cambio en la atención estratégica a Asia Oriental, y aunque la presencia militar en esta región sí ha aumentado, Ahmadi concluye que el pivote no se materializó y el foco estadounidense sigue centrado en la región árabe, con la única excepción notable de Ucrania.

"La administración Biden llegó al poder insistiendo en que Asia Occidental quedaría muy relegada en las consideraciones estratégicas estadounidenses. En lugar de ello, la atención está claramente más fijada en la región que en cualquier otro lugar, con la posible excepción de Ucrania".

Esta situación ilustra un problema fundamental en la política exterior estadounidense: la ausencia de un proceso de toma de decisiones consultivo y basado en doctrina. Según el analista, esta deficiencia ha llevado a las administraciones, independientemente de su afiliación política, a centrarse en "proyectos ideológicos" en detrimento de las necesidades estratégicas del país.

La falta de reconocimiento por parte de Washington de la "capacidad y la voluntad de Irán de tomar represalias directas" se presenta como uno de los fracasos más significativos derivados de este problema. Esta incomprensión expone a EE.UU. a un dilema, al borde de una posible escalada militar que podría haberse evitado con un análisis más profundo del equilibrio de poder. 

En vez de eso, los encargados de la toma de decisiones en la Casa Blanca y el Consejo de Seguridad Nacional, descritos por Ahmadi como "menos expertos en la materia y más operadores políticos", han incurrido en una serie de "juicios erróneos" que exacerbaron peligrosamente las tensiones actuales.

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