El país asiático se prepara, desde hace años, para otra gestión del agresivo socio
No hay un consenso macizo por parte de los analistas chinos respecto a qué sucederá con la relación entre su país y la nueva administración de Donald Trump.
Existen previsibles alarmas como la manifestada por Jia Qingguo, exdecano de la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad de Beijing, quien describió a Trump como una "persona impredecible, emocional y carente de ética" y auguró que su triunfo significaría "una carrera hacia el abismo, aranceles elevados y acciones muy provocadoras, como recibir una llamada telefónica de Tsai Ing-wen (exmandataria de Taiwán, independentista) o anunciar que el secretario de Estado de Estados Unidos visitará Taiwán". Estimó que lo que China debe hacer es acelerar su modernización militar con vistas a prepararse para posibles desafíos estadounidenses a los intereses centrales de Beijing, como Taiwán.
"Con Trump, las relaciones entre Estados Unidos y China no tienen base", afirmó por su parte Yun Sun, director del programa sobre China en el Stimson Center en Washington, quien explicó que el beneficio probablemente no superará el costo para China dado el daño que infligirá la segunda administración de Trump a las relaciones entre EE.UU. y China, y a China en particular.
En cambio, intelectuales como Jin Canrong, de la Universidad Renmin, han sostenido que "si tuviera que elegir diría que Trump, francamente hablando, sería más beneficioso para China" porque aunque busque causarle problemas, le faltaría la fuerza debido a la oposición interna por ser un 'supremacista blanco' y la oposición internacional por ser un 'aislacionista'.
Henry Huiyao Wang, fundador y presidente del Centro para China y la Globalización (CCG), escribió que aunque el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca trae consigo mayor incertidumbre, su enfoque transaccional y pragmático también puede brindar nuevas posibilidades de cooperación y estabilización de las relaciones bilaterales. Para empezar, cree que "es probable que el nuevo presidente estadounidense negocie un acuerdo comercial de segunda fase, busque la ayuda de China para poner fin a las guerras y mantener el statu quo de Taiwán", al observar que "Trump, quien ha acusado repetidamente a Taiwán de robar la industria estadounidense de chips, probablemente también adopte una actitud más pragmática hacia la isla".
Yan Xuetong, decano del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de Tsinghua, estima que Trump será razonablemente cauteloso cuando se trate de Taiwán porque tratará de evitar la participación de EE.UU. en un tercer conflicto militar simultáneo.
En tanto Hu Wei, vicepresidente del Centro de Investigación de Políticas Públicas de la Oficina del Consejero del Consejo de Estado, estima que Trump, como hombre de negocios, bien podría estar dispuesto a llegar a un acuerdo —con el magnate y futuro funcionario Elon Musk disponible como intermediario—, en aras de obligar a la isla a pagar por protección o, incluso, de llegar a un acuerdo para "resolver el problema de Taiwán".
Henry Huiyao Wang argumenta que Trump tendrá que buscar el apoyo de Beijing para resolver las guerras que ha prometido resolver, tomando en cuenta, por ejemplo, que China está desempeñando un papel cada vez más importante en Asia Occidental y que es el mayor socio comercial de Ucrania.
Cuando se fueron conociendo los resultados de las elecciones en Estados Unidos, las redes sociales locales mostraron el macizo interés de los chinos por el tema. El hashtag "Trump declara oficialmente la victoria" (特朗普正式宣布获胜) tuvo más de 1 200 millones de visitas en Weibo.
Las reacciones fueron desde esperar que Trump llegue con una mentalidad pragmática y orientada a los negocios, más amigable con China y más beneficiosa para la estabilidad mundial, a la preocupación por caídas en los mercados bursátiles, reveses para las empresas de vehículos eléctricos y mayores fricciones comerciales.
Lo que sí se hace evidente en los diferentes puntos de vista de los especialistas chinos en relaciones sino-estadounidenses es que el Gobierno de Xi Jinping no esperó a que Trump ganara para decidir cómo afrontar este nuevo momento. Es inevitable pensar en el Sun Zi Bingfa, "El arte de la guerra" de Sunzi, y recordar la máxima de que la mejor manera de ganar una guerra es prepararse tan bien que pueda evitarse.
Este Trump recargado ha sido un escenario que ha gravitado de un modo decisivo en la política, tanto interior como internacional de China, incluso desde antes del triunfo de Biden.
Intentos de establecer un canal de negociaciones con Biden
En principio, China fue preparándose para abordar a Trump durante el primer mandato del republicano, y continuó con esa política durante todo el gobierno de Joe Biden, en vista de que este implementó en su política exterior el estado de conflicto que había instalado Trump.
China intentó desescalarlo sin perder su firmeza, sino al contrario, fortaleciéndose para defenderse desde una posición más consolidada. Así, tanto devolvió golpe por golpe como buscó acuerdos.
Luego de la última reunión que mantuvo recientemente el presidente Xi Jinping con su par Biden en el marco de la cumbre de APEC en Lima, la Cancillería china emitió un comunicado en el que se hace evidente el mensaje del líder chino —quien tiene permiso para seguir al frente del país en 2028— al presidente de EE.UU. Por un lado, dijo que "la trampa de Tucídides —es decir, la posibilidad de una guerra entre un poder que mengua contra el nuevo que lo desafiaría— no es una inevitabilidad histórica": hacer movimientos para "contener a China es imprudente, inaceptable y está destinado al fracaso". Por otro, sentenció que las líneas rojas no deben ser desafiadas: "La cuestión de Taiwán, la democracia y los derechos humanos, el camino y el sistema de China y su derecho al desarrollo son cuatro líneas rojas para China", dijo Xi sin pelos en la lengua. En mayo de 2022, Biden sugirió que intervendría "militarmente" si China alguna vez invadiera Taiwán. En Lima, el mandatario chino sostuvo que "si EE.UU. siempre dice una cosa y hace otra", al final "socavará la confianza entre China y Estados Unidos".
Además, Xi Jinping observó que "los intereses comunes" de ambos países están aumentando en lugar de disminuir y que "su cooperación es crucial no sólo en la economía, el comercio, la agricultura, la lucha contra el narcotráfico, la aplicación de la ley y la salud pública, sino también para hacer frente a los desafíos globales del cambio climático y la inteligencia artificial (IA)". Es decir, el Partido Comunista chino advierte que tanto se plantará más sólidamente en su posición como no tomará la iniciativa de confrontar con EE.UU.
En este escenario, debería considerarse la relación con el estado de California, el cual ha propuesto una vía de negociaciones que podría ser interpretada como una eventual válvula de alivio de tensiones o una instancia de intermediación.
Un mecanismo no menor tomando en cuenta la dimensión de California, entidad que en 2022 tuvo un PIB de 3,6 billones de dólares, lo cual la ubicaría —tomada como país— como la quinta economía más grande del mundo. Y China es el mayor socio comercial de California, con casi 166 mil millones de dólares en comercio bilateral hace dos años. En 2023 el gobernador Gavin Newsom pasó una semana en el país asiático y se reunió en Beijing con Xi Jinping —fue el primer gobernador estadounidense que se reúne con el presidente chino en seis años. "El divorcio no es una opción", dijo de su país y China, y agregó: "Tenemos que bajar la temperatura. Tenemos que gestionar nuestras diferencias estratégicas. Tenemos que conciliar nuestras líneas rojas estratégicas".
Algunos analistas chinos enfatizan la necesidad de trabajar en los canales de negociaciones con EE.UU. Yan Xuetong estimó que "la victoria de Trump aumentará la incertidumbre y China podría necesitar nuevas estrategias para gestionarla". Para estabilizar las relaciones bilaterales, Yan habló de la necesidad de mecanismos que puedan guiar las interacciones y prevenir conflictos. Antes de que Trump asumiera el cargo en 2017, los dos países tenían alrededor de 70 canales oficiales de consulta. Durante el primer mandato de Trump esa cifra se redujo a cero, para luego volver a unos 20 con el presidente Biden.
La seguridad en el centro de gravedad
China, que se llama a sí misma "país del centro", busca instintiva y a la vez consciente, estratégica y denodadamente afirmarse en su centro de gravedad, tanto para expandirse como para defenderse. La historia de China ofrece bases filosóficas, políticas, económicas, culturales, geoestratégicas, a la certeza profunda e irrevocable de que ubicarse con firmeza en el centro resulta en el mejor posicionamiento posible.
Así es como en el último Congreso del Partido Comunista chino —el XX Congreso, llevado a cabo en 2022, que planteó el plan quinquenal que estaría en vigencia ante una nueva administración de Trump—, estableció como último fundamento la "seguridad nacional". En otros países, el término remite al ámbito militar; en China implica todos los ámbitos de la vida nacional, además del campo militar: desde asegurar lo conseguido en la lucha contra la pobreza hasta proteger las vías de innovación tecnológica, incluidas la seguridad alimentaria, las cadenas de abastecimiento, la soberanía tecnológica y la paz social.
El documento que discutieron los casi 2 300 delegados de aquel congreso establecía que, "considerando la seguridad del pueblo como propósito, la seguridad política como fundamento, la seguridad económica como base, la seguridad militar, científico-tecnológica, cultural y social como garantía y el impulso de la seguridad internacional como apoyo, debemos hacer un planeamiento conjuntamente contemplado de la seguridad exterior y la interior, de la del territorio y la de la ciudadanía, de la convencional y la no convencional, y de la individual y la colectiva, y también de la preservación y forja de la seguridad nacional".
Explícitamente el Congreso expresó, a través de un discurso del presidente de la nación, que la seguridad nacional es indispensable en vista de la inestabilidad del escenario mundial.
Innovación tecnológica y frente militar
El fortalecimiento interior tiene en la innovación tecnológica probablemente uno de los campos de mayor proyección para las tensas y superabundantes imbricaciones entre EE.UU. y China. En esta dimensión, la apuesta a las energías renovables está fortaleciendo el perfil internacional de China de un modo imparable, tal como lo demuestra la alarma europea ante la producción de autos eléctricos y la previsible alarma del país norteamericano por la fabricación de esos vehículos en México por parte de empresas orientales.
Específicamente en materia militar, el gasto de defensa chino se ha multiplicado por 2,3 desde 2013. En marzo de este año, durante la segunda sesión anual del 14º Congreso Nacional Popular, el Gobierno informó que en 2024 el presupuesto de defensa habrá aumentado en 7,2%, lo que equivaldría a unos 236 100 millones de dólares. Es el tercer año consecutivo de un aumento de 7% o más, y aunque es muy inferior a los 824 mil millones de dólares del de EE.UU., su poder persuasivo desde una posición defensiva es rotundo. La señal tiene como foco a Taiwán, escenario que ha elegido China para mostrar sus dientes —lo que no deja de ser una reacción bastante modosa, teniendo en cuenta que EE.UU. tiene trazadas tres líneas de ataque, o de "contención", en su consideración, en el océano Pacífico, involucrando a Corea del Sur, Japón y Filipinas.
Seguridad económica
La seguridad económica, por supuesto, es la seguridad en última instancia. La matriz de la estrategia para tal caso integra dos instancias, que en muchos campos tomaron la formulación china de "doble circulación": una retroalimentación virtuosa entre la economía nacional y las relaciones económicas con los demás países.
Por un lado, entonces, está la prosecución de la seguridad en el interior de China, lo que el gobierno forja no solo conservando el desarrollo económico sino expandiéndolo. La "crisis" económica de China que mucho pregonan los medios occidentales tanto tiene de indicadores reales —la desaceleración del crecimiento, el riesgo de una burbuja inmobiliaria o restricciones en el empleo de los jóvenes— como se da de bruces contra el hecho de que una de las dos mayores economías mundiales crezca 5% anual. El ensanchamiento del sector social con buena capacidad de consumo y el fortalecimiento del sector de servicios son parte del reaseguramiento de que el desarrollo, aunque en un ritmo menor que el de hace una década, no se detenga y robustezca cada vez más la economía.
A propósito, la salud del desarrollo económico chino no está precisamente desacoplada de la economía estadounidense, lo que es evidente por ejemplo en el mercado de consumo que representa China para una infinidad de marcas de EE.UU., y en las inversiones de capitales de EE.UU. en China, justamente uno de los temas que de algún modo ha nutrido el nacimiento del trumpismo.
La proyección global
Como primera línea de acción, entonces, China se planta ante una posible agresión económica de Trump fortaleciendo su economía interior. Extremando la prudencia, seguridad significa no depender de terceros en las áreas estratégicas de la vida nacional. China tiene planes firmes para conseguir el autoabastecimiento alimentario, energético y de todo lo que dependa la reproducción de la economía.
Esto no significa, sin embargo, que China esté buscando cortar relaciones con los países que proveen o pueden proveer esos recursos sino, en todo caso, los diferentes grados de autosuficiencia fortalecen su condición para negociar.
Lo cierto es que China viene trabajando tanto en el autosostenimiento como en el fortalecimiento y la creación de cadenas de suministro con otros países, especialmente con aquellos que EE.UU. viene perjudicando de diferentes maneras, desde el ataque directo a través de un conflicto bélico, hasta la indiferencia.
El trabajo de China en el plano internacional, tanto a través de las relaciones binacionales, pero sobre todo a través de la promoción y creación de asociaciones multilaterales en las que es protagonista, ha implicado un impulso gigante, especialmente desde que Trump declarara la guerra comercial en su primera administración. En aquel momento China ya había lanzado su Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés), que comenzó siendo un proyecto nacional para conectarse con los países vecinos, hasta convertirse en la matriz de las relaciones internacionales chinas, en la forma de una propuesta abierta.
También comenzó a hablar de democracia internacional y además la BRI comenzó a hacer propuestas, desplegar estrategias e invertir recursos en diferentes conglomerados, bloques y redes establecidas desde antes o surgidas en estos años. Con India, Irán, Kazajistán, Kirguistán, Pakistán, Rusia, Tayikistán y Uzbekistán opera en la Organización de la Cooperación de Shanghái —otros 11 países se sumaron en calidad de "observadores" o "socios de diálogo"—, con 20 Estados de la cuenca del Pacífico trabaja en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), con los países de Asia Central tiene una relación específica, es socio externo y protagonista de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean), fue una de las creadoras de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP) en la que participan 15 naciones.
Intenta articular con América Latina mediante la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac, que reúne 33 países) —por cierto mucho más que lo que procuran los países de América Latina y el Caribe—. El profuso desarrollo en el continente africano se institucionalizó en el Foro para la Cooperación entre China y África (Focac), que integra 53 países de África. Fue profundizando y consolidando la relación con Rusia. Su articulación con los países petroleros registra una apuesta decisiva, evidenciada en hechos como la paz que logró su diplomacia entre Irán y Arabia Saudita y en su relación con Arabia Saudita, su principal proveedor de petróleo —lo que no debería ser ajeno al sorpresivo abandono del petrodólar por parte del país árabe—, además de con otros reinos del golfo Pérsico y con países musulmanes como Turquía, entre varios más.
El liderazgo que va tomando China en materia de cambio climático, especialmente en lo que hace a energías renovables, también consolida alianzas internacionales. El año pasado dedicó 273 mil millones de dólares a energía limpia, seguida de Europa, que gastó cerca de la mitad de esa cifra, y un tercio de la inversión mundial en energías renovables proviene de China, que a la vez aumentó su capacidad eólica 66% en 2023.
China presenta la proyección internacional superactiva que viene forjando a una gran velocidad y de modo incesante, predicando una retórica que augura el beneficio económico como campo fecundo para el surgimiento de la paz —siendo la paz, a su vez, el mejor escenario para la cooperación económica. En ese relato, el "Sueño chino" se proyecta hacia las demás naciones como Comunidad de Destino Compartido para la humanidad, basada en la multilateralidad, la democracia, la no injerencia en asuntos internos de otros y el desarrollo inclusivo como producto de la cooperación.
La sabiduría de El Arte de la Guerra vuelve a aparecer, insistiendo en que la mejor estrategia para ganar posiciones no es la confrontación. Mediaron apenas nueve días entre la victoria del Trump que quiere a China fuera de su "patio trasero" y la inauguración, con Xi Jinping, en Perú, del megapuerto de Chancay, iniciativa de China que no solo anuncia que no se retirará de la región sino que empotra un nodo destinado a reconfigurar su comercio con América Latina.
El diario New York Times admitió que "mientras Estados Unidos hace una transición de Biden a Trump, los presidentes y primeros ministros de todo el mundo están buscando estabilidad, particularmente en lo que respecta a China". El diario cita a John Delury, historiador de la China moderna: "Los líderes europeos mirarán a Xi con una actitud de 'ahora tienes que dar un paso al frente'".
De cara a Trump, en definitiva, China ha potenciado su dimensión, en un doble movimiento de consolidar los factores internos y expandiendo y solidificando su gravitación planetaria.
Este artículo fue publicado originalmente en el medio Tektónikos el 1º de diciembre de 2024.