Dom. 01 Diciembre 2024 Actualizado Viernes, 29. Noviembre 2024 - 18:30

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El paradigma "sancionatorio" de Estados Unidos ha cambiado luego de apuntar contra un país poderoso como Rusia (Foto: Dado Ruvic / Reuters)

¿La guerra de "sanciones" de EE.UU. cambió con Ucrania?

El conflicto en Ucrania como epicentro ha servido para calibrar y poner en práctica nuevos esquemas de dominio imperial por parte de Estados Unidos y Europa, procesos que ya se cocinaban al fragor de una lucha signada por la competencia global entre el atlantismo y la multipolaridad en ascenso en Eurasia.

Una de esas formas de control son las "sanciones", que desde el final de la Guerra Fría se han venido aplicando y perfeccionando contra países pequeños o periféricos con el fin de que "modifiquen" su políticas internas o, abiertamente, para perseguir el cambio de régimen.

Sin embargo, el actual contexto global, marcado por la intensidad de esa competencia, ha hecho que estos instrumentos adquieran nuevas modalidades y pasen a formar parte activa en el campo de batalla.

El experto en política económica y conflictos, Ali Ahmadi, publicó un informe en noviembre de 2022 bajo el título "El impacto de la guerra de Rusia-Ucrania en el paisaje de sanciones globales", que ofrece un panorama amplio sobre el alcance y las consecuencias de ese método en el actual momento geopolítico.

El informe fue publicado en el Centro de Ginebra para Políticas de Seguridad (GCSP), donde Ahmadi actualmente es ejecutivo en Residencia en la Iniciativa de Becas Globales GGSP.

De acuerdo con la investigación de Ahmadi, la mayoría de los regímenes "sancionatorios" que se han implementado en las últimas décadas se han dirigido al objetivo de la modificación de políticas, como las impuestas a Irán y a Corea del Norte por la "proliferación de armas nucleares" o las aplicadas a Venezuela y otros países de la región por "violar los derechos humanos".

Como se puede apreciar en los ejemplos anteriores, las "sanciones" constituyen un arma aplastante contra países de poder político o económico intermedio, sobre todo esto último. Ahora bien, ¿qué sucede cuando se intentan imponer a Rusia y a China?

En este caso, dice el experto, "se producen en el contexto de la competencia entre las grandes potencias y, por lo tanto, estarán respaldadas por un cálculo estratégico diferente".

Cuando se trata de bloquear económicamente a países más influyentes, el objetivo es la contención. Esto se define como la aplicación de maniobras individuales o colectivas para mantener el statu quo en el equilibrio de poder internacional y mitigar el surgimiento de competidores globales.

¿Cómo frenar a un competidor?

Tratando de socavar la capacidad económica, tecnológica y militar del país objetivo. Las campañas de "sanciones" generalmente tienen unas exigencias claras, mientras que las de contención económica son intrínsecamente abiertas y duraderas.

Ahmadi se refirió a un discurso de Joe Biden en Varsovia relacionado con la Operación Militar Especial (OME) rusa. En esa oportunidad llamó a las "naciones amantes de la libertad" a "comprometerse ahora con estar en esta lucha a largo plazo", y agregó que "debemos permanecer unidos hoy y mañana y pasado y por los años y décadas por venir". La determinación de debilitar a Rusia es clara, sobre todo en su capacidad militar.

Si bien este tipo de medidas contra países como Siria y Venezuela han sido devastadoras debido a que fueron directamente al corazón de su economía -la industria petrolera, dominada por el comercio en dólares-, las modalidades requeridas para imponer tales "sanciones" contra Rusia y China requieren de mayores costos y riesgos para las naciones "sancionadoras".

Ali Ahmadi clasifica los riesgos en tres categorías distintas:

  1. "Sancionar" las economías más grandes tiene implicaciones graves porque, al estar integradas y ser influyentes en la economía global, el efecto lo sufren todos e interrumpe las cadenas de suministros.
  2. Las economías más grandes trabajan con socios globales para diluir el poder de las "sanciones".
  3. Las economías más grandes tienen mayores capacidades de represalias contra los países "sancionadores".

Contención económica

Que el sistema financiero global esté anclado al dólar es una ventaja para Estados Unidos y Europa, ya que las transacciones transfronterizas son intrínsecas a cualquier estrategia de desarrollo nacional y estas se hacen con el dólar.

El uso de "sanciones" es cada vez más frecuente y los aparatos de vigilancia y cumplimiento de las normas son más sofisticados. Esto hace que los países bloqueados, incluso con grandes economías, tengan que someterse a la ley de "mi dólar, mis reglas".

¿Alternativas?

Existen, sobre todo por parte de China y Rusia. El experto reconoce los esfuerzos para producir alternativas a los pilares de la infraestructura financiera internacional como el sistema SWIFT. Sin embargo, también afirma que ellas no han sido lo suficientemente efectivas para contrarrestar el poder financiero imperante debido a diversos factores.

Para Ahmadi estos factores son: los fuertes efectos de red global de SWIFT, la debilidad de la economía rusa, los estrictos controles de capital en China, así como la pérdida de prioridad de estos sistemas a favor de la conveniencia económica de trabajar basados en dispositivos más convencionales como SWIFT.

El desgaste de las maniobras

Ahmadi sostiene que el uso excesivo de las "sanciones" podría desgastarlas como una herramienta del arte de gobernar y posiblemente lleve a la pérdida de la codiciada posición del dólar estadounidense, esto debido a que las naciones competidoras se han vuelto más fuertes.

"Si bien los proyectos individuales para reducir la centralidad del dólar, o erigir una nueva infraestructura financiera, han arrojado resultados limitados, la acumulación y el aumento de la inversión de recursos en ese sentido por parte de un mayor número de actores involucrados en las economías rusa y china pueden eventualmente lograr una medida significativa de éxito en el desgaste de la utilidad del dólar como arma", dice.

Recoge que el Banco Mundial está preocupado porque "las redes comerciales y financieras mundiales podrían fragmentarse", además de que la guerra en Ucrania pudiera adelantar este proceso en la medida en que algunos países se aíslen y sean menos dependientes del dólar.

Asimismo, señala que la consiguiente pérdida de especialización y competitividad "podría ralentizar el crecimiento de la producción y los ingresos y aumentar las presiones inflacionarias".

"Sanciones" tecnológicas y restricciones a la exportación

El desarrollo de un país también se mide por su complejo tecnológico. Es por ello que las "sanciones" orientadas a ese rubro y los controles a las exportaciones para evitar el crecimiento son cada vez mayores, incluso hasta llegar a sobrepasar las "sanciones" financieras.

Ahmadi señala que los arquitectos de estas medidas se han centrado en golpear el aparato tecnológico creyendo que Estados Unidos y sus aliados dominan estas áreas fundamentales de las que aún carecen Rusia y China.

En relación con la OME en Ucrania, Estados Unidos y sus aliados aplicaron "sanciones" de gran calada para socavar la capacidad de fabricación militar de Rusia y su economía; incluso se habla de una OTAN económica.

Lo que generó la OME rusa fue que los países europeos y Estados Unidos, con aliados estratégicos de Asia como Japón y Corea del Sur, se plegaran al bloqueo para evitar la supremacía tecnológica y militar del país euroasiático. Pero también han implementado esta suerte de vigilancia contra China, Bielorrusia y cualquiera que busque competir en la carrera por los avances tecnológicos.

"Se incentiva a los países a unirse a esta coalición porque al hacerlo los eximiría de requerir licencias para importar los bienes y tecnologías en cuestión. Estos incluyen una gran cantidad de tecnologías emergentes y elementos de equipos avanzados fabricados con tecnología estadounidense o que la contienen parcialmente, incluidos semiconductores avanzados y circuitos integrados", dice el experto.

En esta carrera trabajan en conjunto la Asociación Transatlántica de Comercio y Tecnología, pero también se une la Iniciativa de Control de Exportaciones y Derechos Humanos y grupos de trabajo bajo el G7 y la OTAN.

Estas megaalianzas buscan reeditar el llamado Comité Coordinador para el Control Multilateral de las Exportaciones (CoCom) de los tiempos de la Guerra Fría, un mecanismo que desempeñó un papel vital en la restricción de las exportaciones occidentales de artículos tecnológicos importantes a la Unión Soviética y el bloque del Este.

De la misma manera que las "sanciones" financieras fueron efectivas debido a la globalización de ese ámbito, asimismo las tecnológicas se ven reforzadas por el hecho de que la economía mundial está definida por cadenas de valor dispersas por todo el mundo.

Lo cierto es que las nuevas guerras estarán impulsadas por el asunto tecnológico. Es por ello que países como Estados Unidos y China implementarán cada vez más medidas agresivas y movilizarán sus respectivos complejos militar-industriales para avanzar en sus objetivos tecnológicos. Europa, por su parte, se ha quedado atrás en esta carrera y solo funge como apéndice de Estados Unidos.

¿Qué hacer para sobrevivir a estas estructuras de control tecnológico?

En la actual coyuntura queda demostrado que las economías más grandes tienen un potencial significativamente mayor de desarrollo de su aparato tecnológico y industrial y, por ende, tienen más capacidad para tomar represalias. El dominio chino en varios aspectos de la cadena de suministro global presentará un desafío sin precedentes para quienes imponen esta guerra.

China ha convertido en armas sus propios lazos económicos, señala Ahmadi. Su respuesta a quienes intentan perturbar su soberanía ha sido contundente. La relación con Taiwán y otras disputas marítimas y territoriales así lo demuestran. Medidas similares ha tomado Rusia al calor de la guerra, pues aprovechó su posición clave como proveedor de hidrocarburos a Europa para responder al bloqueo europeo.

Ali Ahmadi concluye que, si bien las "sanciones" financieras y energéticas han remodelado el panorama económico mundial de muchas maneras, esto pareciera significar, también, la aceleración de las tendencias ya existentes de desglobalización y bifurcación económica.

"La comunidad europea y las partes 'sancionadoras' involucradas deben ser realistas sobre el hecho de que las 'sanciones', como muchas otras herramientas del arte de gobernar, a menudo no son efectivas", refiere.

Cabe considerar que el bloqueo como estrategia a largo plazo tiende a empujar a los líderes de las naciones "sancionadas" a adoptar estrategias más riesgosas al limitar sus opciones, incluso cuando estas estrategias enfrentan grandes probabilidades de éxito. Rusia, por ejemplo, no se ha replegado.

Ahmadi argumenta que funcionarios estadounidenses creen que las "sanciones" impuestas a Moscú están degradando la capacidad de fabricación militar de Rusia; sin embargo, dice que es difícil evaluar hasta qué punto este es el caso y si esto ha afectado significativamente la dirección del conflicto en Ucrania.

Queda demostrado que las "sanciones" se usan mejor para objetivos limitados y en conjunto con otros medios de la política. Ahmadi cierra la investigación afirmando que ocupan una posición intermedia entre la guerra y la diplomacia, y rara vez son efectivas por sí solas.

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