El pacto de Nueva York
El 20 de enero de 1958, tres alucinados caribeños, castañeteándole los dientes del frío, se acurrucaron en el trono del imperio. Habían sido tomados en cuenta para una reunión con el secretario de Estado John Foster Dulles. Estos deslumbrados eran: Rómulo Betancourt, dirigente máximo de AD; Rafael Caldera de Copei; y Jóbito Villalba de URD. Cada uno con su historia previa. La templadera de bolas de Betancourt había rendido sus frutos, ahora le tocaba ser fiel perro faldero y lo fue hasta su muerte.
Después de esa reunión, las corporaciones habían asegurado de por vida la mina venezolana, porque los sirvientes habían firmado un contrato para ser perros guardianes de los intereses de los dueños extranjeros, con la disposición de que de vez en cuando debían limpiarla de comunistas y revoltosos, de no aumentar los impuestos a las corporaciones, de evitar las huelgas de obreros, campesinos y estudiantes, cueste lo que cueste, y los lacayos dijeron al unísono "Yes sir!". En promedio, durante 15 años, asesinaron, torturaron y desaparecieron a más de 11 mil jóvenes.
El 23 de enero fue la farsa que justificó la salida de Pérez Jiménez como agente del imperio y la entrada triunfal de la Cuarta República; mataron dos pájaros de una misma pedrada.
Estaba en pleno apogeo la Guerra Fría, las corporaciones necesitaban un ejemplo en América del Sur, ya era tiempo de cargar a otros de responsabilidades. Estados Unidos debía venderse como el adalid de la libertad y la democracia en el mundo, y la propaganda pasó a ser la realidad, funcionaba como la verdad y la fiebre anticomunista, como una peste, se apoderó de todos los luchadores sociales por la libertad y la democracia que en su mayoría fueron comprados por grandes maletas de dólares en todo el continente. Se unificaron contra el enemigo común que no era otro que el comunismo. Por tanto, nacionalistas, demócratas, cristianos y otras doctrinas confluyeron en la lucha contra el comunismo y para ello se necesitaba un ejemplo democrático no blandengue, que pudiera enfrentarse al comunismo sin necesidad de dictaduras militares que ya olían muy feo. Claro que, cuando fallaran, las democracias de vez en cuando necesitaba un Plan Cóndor. Y Betancourt fue el gran dictador con disfraz democrático que consiguieron las transnacionales para apaciguar con mano dura al comunismo en este continente.
Es de hacer notar que Acción Democrática (AD) había realizado un trabajo político en el seno del pueblo; no estaba alejado de la realidad el eslogan "El partido del pueblo", porque AD tenía en cada caserío, en cada barrio, un comité de base que le servía de enganche entre el partido y la población empobrecida por el capitalismo transnacional. Pero en menos de 15 años, producto del robo y la demagogia descarada, sindicalistas, dirigentes agrarios, barriales, profesionales y técnicos, acomodados en La Guanábana, como era llamado el pacto AD-COPEI, se desentendieron de la población empobrecida. El partido perdió toda conexión con la población y todo el que quería militar en "el partido del pueblo" era para llenarse los bolsillos, como se decía en las calles.
El partido AD, al igual que Copei y URD, se convirtió en un vertedero de detritos humanos, peleando a muerte por las comisiones que dejaban las transnacionales y cumpliendo al pie de la letra el pacto de 1958 que habían sellado sus jefes con los dueños de las corporaciones de no tocar los intereses de las transnacionales y luciendo ante la miseria sus ordinarias poses de nuevos ricos mayameros, cosa que aún hoy vemos en la oposición al gobierno.
En un balance apretado podemos decir que, en menos de 15 años, AD y los demás partidos de la Cuarta República habían perdido los favores del pueblo y desde entonces gobernaron como una dictadura sustentados en sus maquinarias y el poder del Estado, con el apoyo de las corporaciones capitalistas extranjeras.
A partir de 1975 se desató un aquelarre planificado por las corporaciones que llevó a Venezuela 14 años después a la tragedia de 1989, conocida mundialmente como El Caracazo, planificada por esas mismas corporaciones en complicidad con las cúpulas políticas, académicas, profesionales, artísticas que habían engordado sus arcas y sus egos en la danza del saqueo que se desató en la Cuarta República.
Había culminado la primera etapa de la invasión silenciosa comenzada en la década de 1880, ya habían transcurrido más de 100 años del inicio del saqueo del asfalto y el petróleo. Ahora el plan era tomar todo el territorio y privatizarlo absolutamente, empezando por PDVSA, que con la supuesta nacionalización de 1975 lo que hizo Carlos Andrés fue preparar todas las condiciones para que en 20 años se diera la apertura petrolera, con lo cual el gobierno entregaría nuevecita nuestra industria a las transnacionales. Para ello, la propaganda volvió a jugar un papel preponderante. Se inició una campaña contra los partidos, la política, el sindicalismo, la corrupción, y se gritaba por los medios de propaganda que todo estaba podrido en Venezuela, que se necesitaba a la tecnocracia y la desaparición del Estado, y se desató una campaña bestial para decir que en Venezuela nada servía, que era mejor venderla por pedacitos o, mejor, completa de una vez, para que a cada venezolano de bien se nos diera nuestra gota de petróleo para irnos a vivir felices a Miami y dejarle esta pudrición de indios, negros y zancudos a los güevones gringos, a ver qué carajo hacían con ella. En este cuento estaban empatados los acomodados sin importar cuál doctrina profesaran sus cariños ideológicos.
Mientras tanto, seguían gobernando con su alto porcentaje de abstención porque a la población no le interesaba la política y mucho menos tenía herramienta o idea alguna que le motivara a cambiar su situación depauperada. Por todos lados se veían a los desempleados, la mal llamada economía informal, es decir, los buhoneros, floreciendo con la destrucción de la pequeña y mediana industria, aupada por el decreto con rango y fuerza de ley, mejor conocido como el 440, o la discusión de contrato colectivo por rama de industria, emitido en el primer gobierno de Carlos Andrés, que permitió la importación de cuanto cachivache produjera Estados Unidos y en Venezuela se puso de moda el "ta barato dame dos" que nos inundó de chatarra y mal gusto el reflejo de la clase media mayamera.
Los indigentes, los huelepegas, niños y niñas abandonados que caminaban sin rumbo fijo por las calles de las grandes ciudades, producto de niñas abandonadas a su suerte de 13 años pariendo por un paquete de Harina Pan o por un viaje a la playa o por simple inocencia, acicateadas por la publicidad televisiva y floreciendo una delincuencia nunca vista en Venezuela. Hablamos de bandas de niños atracando y muriendo a manos de las policías que los utilizaban como traficantes de sus fechorías, y cuando ya no les servían simplemente los asesinaban. Ante todo este crimen, las elites dejaban correr el plan de las transnacionales: deteriorar a Venezuela y su gente y poder apropiarse totalmente de ella y someterla a sus designios. Con este ingrediente el combustible estaba listo para El Caracazo.
Con la llegada de 1989, la población pobre y de clase media fue sometida al terror, el llamado Caracazo terminó de conformar el cuadro trágico de Venezuela. La situación estaba madura: gobernantes que aparentemente no sabían qué hacer, ejército manchado de asesinato, población desesperanzada acusada de saqueadora, bandolera y ladrona, desprestigiada la política. En adelante se impuso el discurso de la emergencia y se configuró la idea de privatizarlo todo con la asesoría de tecnócratas, sabios, graduados en los Estados Unidos y Europa, expertos en marketing, economía y publicidad, eso sí, todos venidos del extranjero, debían encargarse del desastre. Sí, Venezuela ya estaba lista para una guerra civil y un gran caos. Venezuela estaba servida en bandeja de plata a las grandes corporaciones y transnacionales que sí sabían lo que había que hacer.
Después de 40 años, AD y los demás partidos de la Cuarta habían convertido a Venezuela en un chiquero al servicio de las corporaciones transnacionales. Venezuela se hundía en las oscuras y espesas aguas del desaliento y todas las supuestas fórmulas de solución conducían a más de lo mismo, su mediocridad era evidente, porque su única y verdadera salida era vender a Venezuela. Esos eran los planes reales; aún hoy siguen siendo los de la oposición, sus descendientes; llevarnos al caos absoluto para poder cobrar la comisión por servicios prestados al imperio capitalista mundial.
Chávez no estaba en la ecuación de las grandes corporaciones
Nada nuevo se perfilaba con estas elites, piara anquilosada y ansiosa de consumo. Hasta que se abre la rendija de 1989, lo que permite la aparición en escena de un actor que nadie esperaba. El 4F da nacimiento a la posibilidad de inventar lo nuevo, lo distinto, no en vano las tesis sobre las que se asienta el accionar de estos líderes son las de Simón Rodríguez, Simón Bolívar, Ezequiel Zamora y Francisco de Miranda.
Chávez, un hombre elemental, criado en medio de la pobreza campesina, afirmado en la filosofía de la abuela Rosa Inés, se inspiró en estos grandes líderes de la gesta emancipadora para comprender su realidad y afincar sus ideas, y con eso y su inmensa voluntad y obstinación se dedicó a trabajar junto con sus equipos para crear un país, para salir del marasmo de la mina en que nos habían y nos han sumido los invasores durante más de 500 años.
Por supuesto que cambiar, crear lo otro, lo no visto, lo no pensado, es una tarea titánica, por cuanto la enorme fuerza de la costumbre, las tradiciones del poder, el acomodamiento de las clases medias altas y poderosas que no quieren soltar -como se dice popularmente- el coroto y que lucharán "hasta el final", hasta su muerte como sistema, para sostener el poder que los hace fuertes, y por otro lado, el hambre acumulada, la ignorancia, el miedo, aposentados en el cerebro de las grandes mayorías, generan una traba inmensa. Son contradicciones a las que se deben enfrentar con mucho tino los líderes que guían la otra posibilidad.
Todo el mundo quiere toda la comida, los carros, las casas, el dinero para él solo. Nadie quiere pensar de dónde sale cada cosa, cómo se genera, quién la genera, quién la ostenta, sino que cada uno quiere lo que el rico tiene, cada uno quiere ser un rico más, y la propaganda de los dueños del poder remachan en el cerebro del pobre esas máximas: somos libres y tenemos derechos, pero nadie aclara que para ser libre y tener derechos iguales debemos tener mucha riqueza, y que la riqueza la producimos los pobres y se la apropian los ricos, que la riqueza es poca y si la repartieran equitativamente no alcanzaría ni para aliviar un pedacito de tripa de cada uno de los pobres que somos, que la oportunidad de cambiar es que podemos pensar el cómo crear una manera de producir en donde nadie le robe el trabajo a los demás y todos podamos vivir aceptando que el otro existe y que, sin él, es imposible mi existencia.
Hoy, a 25 años de gobierno chavista, hemos pasado por todas las contradicciones mencionadas, hemos enfrentado a todas las fuerzas, y sin embargo ahí están diciéndonos que en el pasado la vida era una felicidad. Ahí están prometiéndonos que venderán al país, que lo privatizarán todo, que nada de solidaridad, que cada mono se cargue a sí mismo, porque es el tiempo en que el mono no carga a su hijo, que con los adecos se vive mejor, que es mejor lo viejo conocido que lo nuevo por intentar, que la academia, que los decentes, que el lenguaje pausado, que la ponderación, que la sabiduría, que los decálogos, que el buen oyente y el buen hablante, que el manual de Carreño y los buenos modales en la mesa, que la cu que la ca que la co… Coman mierda todos los que nos ofrecen el pasado como posibilidad, porque es de ahí de dónde venimos, es de ahí de donde nos sacó Chávez y no queremos devolvernos, así tengamos que atravesar tormentosos días y años y siglos para concebir y luego construir el futuro. Porque los pobres, aunque no lo sepamos aún, somos el horizonte.
Lo nuevo, el invento, el futuro
Hasta los momentos, todo el mundo se ha hecho el loco pero no potoco, diciendo que Simón Narciso Rodríguez era loco, pero nadie deja de cobrar por el "inventamos o erramos", todo el mundo habla de "inventamos o erramos" para enjuagarse la boca con güiski, aunque nadie sabe lo que significa pero suena bien, y respetado aquel que la pronuncie, ya que queda como sabio y puede cobrar su mesada.
Podemos arriesgar una conjetura: entendemos que el filósofo, al regresar de Europa, estaba convencido de que los planes de la recién estrenada burguesía en Europa era apropiarse del planeta para cumplir con sus objetivos, y que por tanto la única manera de que nosotros no continuáramos siendo minas era perteneciéndonos, siendo otro concepto de vida, ya no separado del coloniaje europeo, sino también de la recién estrenada burguesía que emergía con fuerza desde el norte del continente. Inventándonos como otra posibilidad, o como mínimo inventándonos como una potencia en igualdad de condiciones que nos permitiera no ser absorbidos por la voracidad del capital emergente como cultura en el mundo. Eso implicaba, e implica aún hoy, que de no intentar alguna de estas opciones estaríamos errando para siempre en cualquier política que implementáramos.
A más de 200 años de esta premonición expresada por el pensador Rodríguez, a pesar de repetir la frase, escribirla en todas las escuelas y murales, pronunciarla en enjundiosos discursos en las fechas patrias, en cada plaza pública, la Asamblea Nacional, los consejos municipales, y un sin fin de etcéteras, lamentablemente para todos nosotros seguimos errando, porque hasta la fecha solo somos imitadores, seguidores, copiadores, corta y pegas, calcadores, partidarios, afiliados, correligionarios, gregarios, discípulos, adictos, prosélitos amigos, incondicionales, admiradores, adeptos, secuaces, afectos, y no seguimos porque si no llenaríamos este escrito de hinchas y fanáticos, aplaudidores de la invención y el pensamiento extranjero.
Lo más lamentable no es que nosotros los trabajadores rasos, producto de nuestra ignorancia, lo hagamos, sino que es práctica y a contentura de políticos, intelectuales, artistas, profesionales, académicos, sin importar sus preferencias ideológicas, que también son extranjeras.
Pero ¿por qué? Nunca se discutió la sustancia, la esencia, de la filosofía rodriguiana, porque sencillamente a las elites no le convenía, estaban bien en todos los sentidos. La elite oligárquica se conforma con las grandes y jugosas migajas que le deja el capitalismo mundial. Las demás elites, sean artísticas, académicas, políticas, intelectuales, profesionales, científicas, también se conforman con su plato de lenteja y sanseacabó. Cuando se les pregunta por lo de inventamos o erramos, sencillamente responden solemnemente: "Hay que Hinventar con mayúscula, porque si no herramos. Pásame otro trago ahí, que no quiero herrar, ejejejeje".
Inventamos o erramos
El filósofo Simón Narciso Rodríguez nos dejó dicho que si no inventábamos nos equivocaríamos. La realidad es monumental en su evidencia de cómo las elites o cúpulas no han inventado en 200 años absolutamente nada, todas se han equivocado y ¿por qué? Porque sus intereses y ambiciones son muy pobres, sus miras de ser es ser pegoste de algo, parásito adherido a los intestinos de un poderoso, sin responsabilidad alguna. Por eso prefieren conceptos, formas, contenidos, moldes creados por otros, en donde ellos se puedan encajar y, en caso de no resultar, poder culpar a cualquier chivo expiatorio y esperar otros intestinos mejores de dónde poder medrar su pequeña miseria de plusvalía.
Debemos darnos con una piedra en la boca cuando mal hablamos de la inmensa existencia en este territorio de este gran filósofo, padre pensante de lo original, quien nos dijo que hay que inventar en este territorio un nuevo Estado, un nuevo modo de producción, unas nuevas formas de relación, una nueva cultura, unos nuevos conocimientos, distintos conceptos, una nueva manera de mirar a los otros y de mirarnos a nosotros mismos, una nueva forma de nombrar y nombrarnos en este territorio, que no sea el concepto y la forma europea de esclavos y amos, perdón, de capital humano y alta gerencia, como se gustan llamar los aprendidos.
Que debemos saber quiénes somos, y desde la contradicción dialéctica del quiénes somos inventar qué debemos ser, cómo debemos ser, cómo enraizarnos en esta geografía que habitamos, y eso pasa por inventar la palabra que nos nombra desde el nombrar mismo del territorio. Pero no, hemos preferido ser una vulgar cola, antes que la aventura maravillosa de ser nosotros, sin importar lo que cueste. Esto nos lleva a deducir, como nos lo propone el gran filósofo Simón Narciso Rodríguez, que el futuro no existe, tiene que ser inventado por la gente, preferiblemente en colectivo y para el colectivo.
Mientras tanto, debemos preparamos, estudiar la realidad, ubicar al verdadero enemigo. No tenemos dudas de que Maduro será reafirmado por nosotros. Votaremos por Maduro para seguir hablando y construyendo el futuro necesario, porque el futuro no se espera, no llega, no viene, no está en ningún lugar. Lo hacemos posible.
Los trabajadores debemos tener claro que ninguna costumbre, ninguna tradición, ningún pasado nos servirá para cambiar, porque no hay un solo ejemplo en el pasado de esta especie que nos asegure que, volviendo a él, resolveremos nuestros problemas. Votaremos por Maduro porque necesitamos tranquilidad para pensar cómo superar esta cultura capitalista que nos atosiga y 25 años no bastan para crear lo distinto, necesitamos tiempo, lo vivido solo nos ha demostrado que los poderosos no se irán sin dar batalla con sus odios exacerbados y darles una nueva oportunidad es condenarnos a la tragedia perenne.