Sáb. 30 Noviembre 2024 Actualizado ayer a las 6:30 pm

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El BID es la principal fuente de financiamiento de América Latina y el Caribe (Foto: Reuters)

Posible hoja de ruta para oxigenar las finanzas de Venezuela

El súbito aumento del tipo cambiario en los últimos dos meses ha vuelto a poner la cuestión económica en el centro de la coyuntura política y social del país. La inercia inflacionaria asociada con la restricción externa de recursos hacia el Estado venezolano retorna con fuerza en el panorama y ha anulado el ciclo de estabilidad monetaria conseguido durante buena parte del año 2022. De esta manera ha complicado, en lo sucesivo, el margen de maniobra financiera necesario para contener el ritmo actual en el aumento de los precios al consumidor.

Tensión de por medio en el seno de la Mesa de Diálogo Nacional a partir de la negativa para ejecutar la liberación de 3 mil millones de dólares, según lo acordado en noviembre del año pasado, es posible plantear rutas alternativas de oxígeno financiero, unas a corto y otras a mediano plazo, con vistas a sostener la viabilidad de la estrategia de recuperación económica implementada por el presidente Nicolás Maduro en el transcurso de 2022, la cual ha demostrado ser efectiva al lograr sacar a la economía de su estado recesivo, pese a los obstáculos que sigue imponiendo el bloqueo estadounidense.

El BID en manos de Brasil y el retorno a la normalidad

Pese a que la ficción jurídico-política del "interinato" protagonizado por Juan Guaidó quedó sepultada, algunas de sus ramificaciones continúan ejerciendo un peso material sobre el desempeño económico del país. La confiscación ilegal de activos, fondos y recursos patrimoniales (oro, Citgo, etcétera), utilizada aun como arma de chantaje y presión contra el país, es la principal manifestación de cuánto le cuesta a la nación la catástrofe del "proyecto Guaidó".

En este sentido, la usurpación de las instancias legítimas del Estado venezolano ante el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), a manos del extinto susodicho, es una muestra de lo que está pendiente por resolver la institucionalidad de la República.

La actualidad regional es distinta a la de años anteriores. La victoria de Lula en Brasil y, en consecuencia, el retorno de ese país a la dinámica geopolítica continental, supone el sello de ese cambio de escenario. El Brasil administrado por Lula ya ha comenzado a marcar su influencia en los espacios de poder de la zona. Expresión de ello fue la elección del brasileño Ilan Goldfajn en la presidencia del BID, luego de que el halcón Mauricio Claver-Carone fue expulsado por violar las normas de comportamiento de su cargo. Con Goldfajn al frente de la organización, retomar la normalidad de la representación legítima de Venezuela sería lógico, a modo de materializar en el orden práctico las denuncias de Lula contra el bloqueo económico impuesto sobre Venezuela.

En declaraciones concedidas recientemente a El País de España, el brasileño expresó que busca provocar un giro institucional respecto al enfoque politizado de Claver-Carone, y justamente allí Venezuela podría recuperar su lugar: "Todos están percibiendo que esta administración y el BID van a ser de diálogo, de construcción de puentes, de coaliciones, de democracia, en el sentido de apertura para opiniones distintas". Su palabra vaya por delante.

Que Venezuela regrese al BID, más allá de contribuir a regularizar la presencia del gobierno venezolano en organismos y entes multilaterales tras años de aislamiento y desconocimiento fabricado, representa también una oportunidad financiera en el contexto actual de restricción externa.

Dentro del amplísimo portafolio crediticio de la institución Venezuela podría optar, entre otras posibilidades, a préstamos de financiamiento especial para el desarrollo (SDL), cuya orientación está enfocada hacia el abordaje de situaciones de crisis económicas mediante inyecciones monetarias destinadas a financiar programas que reduzcan la pobreza y preserven el gasto en infraestructura.

Aunque diferente en algunos términos técnicos, un ejemplo de este tipo de préstamo es el entregado por el BID a Argentina a finales del año pasado, dirigido a fortalecer las finanzas públicas del país y engrosar reservas para afrontar la sequía de dólares del Banco Central. Las condiciones de un préstamo así son flexibles y adaptadas a cada caso. En el caso del entregado a Argentina, el periodo de amortización fue definido a siete años, incluidos tres años de gracia para el retorno a una tasa de interés manejable.

Venezuela podría convenir, bajo un enfoque ajustado a su cuadro macroeconómico, el acceso a una línea de financiamiento de estas características para obtener recursos complementarios que se orientarían a afianzar los programas ya existentes en materia de bienestar económico de la población y robustecer los planes para mejorar y rehabilitar los servicios públicos. El efecto multiplicador, contracíclico, de este mecanismo se expresaría en una reducción sustancial del estrés existente sobre las reservas de divisas disponibles, de cuyo volumen depende en buena medida las intervenciones para estabilizar el tipo de cambio.

La actuación como bloque geopolítico regional y la propia influencia de Lula será decisiva para viabilizar esta posible ruta de oxigenación económica, entendiendo el obstáculo que implica el poder de arbitraje que Estados Unidos tiene sobre la institución, en vista de su porción de capital accionario y el dominio que ejerce sobre la inyección de capital, lo cual le da una incidencia determinante.

No obstante, una labor geopolítica cohesionada entre Brasil y Venezuela, con la CELAC como plataforma de influencia, podrían marcar la diferencia.

Aprovechar (aún más) las convergencias con la CAF

La normalización de las relaciones bilaterales entre Venezuela y Colombia, con su respectivo impacto positivo sobre un comercio binacional que estuvo durante años en mínimos históricos, ha significado un canal de oxigenación económica que sirve al fortalecimiento de las perspectivas que hagan sostenible la recuperación de Venezuela en el mediano plazo.

La reapertura del comercio entre ambos países dejó un saldo positivo a finales del año pasado, con un crecimiento de 96% frente al año anterior, traducibles en un total de 456 millones de dólares en bienes y servicios transados. La cifra, aunque todavía lejos de alcanzar los picos de años anteriores, está dentro de lo esperado por las cámaras comerciales de ambos países, las cuales pretenden que la tendencia al alza se mantenga este año y el siguiente.

Para Venezuela, la normalización del comercio ha significado el retorno a su mercado natural, la reactivación de la deprimida economía fronteriza y una oportunidad para relanzar la canasta exportadora con dirección a Colombia. Un informe reciente de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) afirma que Venezuela, durante 2022, lideró el crecimiento de las exportaciones en la región con un 63% de aumento, seguido por Colombia y Ecuador.

A principios de febrero de este año, en una noticia que pasó algo desapercibida, Venezuela y Colombia dieron un nuevo paso para fortalecer el comercio binacional y su horizonte de integración y crecimiento sostenidos.

El presidente Maduro encabezó la firma de un acuerdo con el ministro de Comercio, Industria y Turismo de Colombia, Germán Umaña Mendoza, destinado a promover operaciones conjuntas entre ambos países. El tratado de inversiones, enfocado en la diversificación económica, el desarrollo sostenible y la creación de cadenas de valor, según el documento oficial, representa la matriz de un marco regulatorio desde el cual los sectores empresariales de ambos países podrán ejecutar financiamientos en múltiples actividades y segmentos de bienes y servicios.

La apuesta por agilizar inversiones y apuntalar el comercio fronterizo está ajustada a la orientación estratégica del presidente Maduro de superar el estadio de una economía dependiente del petróleo, mediante la consolidación de vías alternativas de captación de divisas, a través de exportaciones u otro tipo de negocios que, además, fortalezcan el lado de la oferta del mercado cambiario como mecanismo de equilibrio y mitigación de la inflación.

En agosto del año pasado el presidente de la CAF, el colombiano Sergio Díaz-Granados, en un encuentro entre empresarios de ambos lados de la frontera desarrollado en Cúcuta, ofreció el apoyo de la institución para afianzar el comercio, basados "en los procesos de implementación de acciones coordinadas que impulsen el crecimiento económico de esta frontera y de toda la región".

En estos momentos, podría decirse que la CAF vive una época dorada, tanto en términos financieros como institucionales. El pasado mes de enero realizó la mayor emisión de bonos de su historia, por el orden de los 1 mil 500 millones de dólares. Además, la entidad ha sabido interpretar el momento actual de la región y se ha posicionado en la cresta de la ola de un impulso renovado por la integración regional, con una intensa agenda de participación en reuniones de alto nivel y entes multilaterales en América Latina y el Caribe.

Atendiendo a la convergencia que existe entre una CAF repotenciada a nivel de su musculatura financiera y los avances que se han venido dando en materia de comercio binacional entre Maduro y Petro, Venezuela podría explorar la posibilidad de un fondo de financiamiento que permita elevar las exportaciones y la captación de inversiones desde Venezuela, con el fin de estimular los ingresos de divisas hacia la nación venezolana y ofrecer una vía de apoyo a las empresas pequeñas y medianas de cualidad exportadora.

El marco de realización de esta posible iniciativa podría tener como vehículo la banca pública nacional, en vista del rol activo dentro de la cartera de crédito general orientada hacia sectores productivos de la economía nacional. Un ejemplo reciente es la línea de crédito otorgada por la CAF al Banco Pichincha de Ecuador por 45 millones de dólares, dirigida al financiamiento de pymes ecuatorianas, en agosto del año pasado.

La arquitectura financiera de los BRICS

Recientemente se dio a conocer que la expresidenta brasileña Dilma Rousseff presidirá el Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS hasta el año 2025. El anuncio ocurrió en vísperas de la visita del presidente Lula a la República Popular China, cuya apuesta consiste en elevar el perfil geopolítico de Brasil no solo en América Latina sino también en las plataformas de economías y potencias emergentes, donde el país estuvo integrado desde el principio.

El Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS (NDB, por sus siglas en inglés) es una organización que ha planteado convertirse, desde su nacimiento hace diez años, en una arquitectura financiera alternativa al FMI y BM. Lo relevante de este banco es que no se circunscribe solo a los países miembros de la plataforma de economías emergentes sino que Estados como Blangladesh, Uruguay o Emiratos Árabes Unidos y, más recientemente, Egipto, forman parte de la entidad.

El banco aprobó préstamos por el orden de los 29 mil millones de dólares en el periodo 2017-2021, y ha establecido un aumento de su cartera a 30 mil millones de dólares a partir de 2022 hasta el año 2026, lo cual va en línea con el objetivo de ir perfilándose como una entidad competitiva frente a sus grandes equivalentes en el eje atlántico.

Los préstamos y líneas de financiamiento del banco se expresan en múltiples modalidades, la mayoría de ellas orientada al desarrollo de infraestructuras. Sus tasas de interés son flexibles e incluyen distintas formas de compromisos y mecanismos de retorno.

En una reunión reciente de alto nivel centrada en el desempeño de la institución, se delinearon los objetivos estratégicos del NBD de cara a 2023, año signado por una coyuntura de inflación global, restricción del comercio mundial y deterioro de las cadenas de suministro. Se identificó que su tarea principal consiste en la financiación de los sistemas de recuperación económica, el apoyo a los países vulnerables y la gobernanza global financiera.

En este contexto Sudáfrica, que actualmente preside los BRICS, ha insistido en la necesidad de que el NBD avance en la construcción de mecanismos de pago cuya puesta en marcha esquive la prevalencia que aún conserva el dólar sobre las transacciones financieras y comerciales a escala global, en beneficio de las monedas locales de los países miembros y sus importantes recursos materiales y humanos para el desarrollo.

De esta manera, para Venezuela supone una opción de novedad a la hora de buscar mecanismos de integración económica y financiera el dinamismo con el que se plantea operar el NDB este año, lo que incluye lógicamente el poderoso estímulo financiero para los próximos cuatro años y, por otro, se muestra relevante la presidencia del banco que ostentará Brasil con Dilma Rousseff, una elección que confiere una atmósfera renovada a la cooperación desde el Sur Global debido, también, al papel de Sudáfrica al frente de los BRICS.

En el marco de esa sinergia resultaría posible pensar en que Venezuela tramite su adhesión al banco. Para ello se contaría con la aprobación del parlamento venezolano y el buen clima de la relación con Brasil que dejó la VII Cumbre de la CELAC en Buenos Aires.

A partir de allí, el país podría plantearse una línea geopolítica de intercambio y cooperación bancaria encaminada al financiamiento de proyectos de mejora de infraestructura, crecimiento de inversiones destinadas a sectores económicos productivos y opciones de estímulo y crédito para fortalecer el esquema de la recuperación económica.

Todo está en saber aprovechar el momento y leer las oportunidades del reacomodo geopolítico y geoeconómico que plantea la coyuntura actual.

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